COLUMNA INVITADA

Día Internacional de la Lucha Campesina

Las comunidades indígenas, que han vivido desde hace siglos la opresión, el saqueo y la discriminación, padecieron con particular intensidad esta ofensiva

OPINIÓN

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José Narro Céspedes / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El pasado lunes 17 de abril celebramos el Día Internacional de la Lucha Campesina convencidos de que el campo, pese a los esfuerzos de los gobiernos del PRI y el PAN, no ha muerto. Se mantiene vivo, con esperanzas, con utopías, pero sobre todo siendo un motor de desarrollo para nuestro país.

Todas y todos, quienes luchamos por la tierra, somos las y los herederos de Zapata, de Villa, del General Cárdenas, de Rubén Jaramillo, de Lucio Cabañas, de todas y todos que murieron luchando por construir un México de justicia para todas y todos. Caminamos el camino que hacen las millones de mujeres y hombres que todos los días trabajan la tierra para producir nuestros alimentos y nutrir nuestros cuerpos y nuestras almas.

Nacimos para ser libres. Nuestros caminos se pierden en el tiempo y se extienden hacia un futuro. Nuestra madre tierra nos llama a defenderla y amarla. Ella es dadora de vida y es espacio de vida. En ella se origina la existencia de todo ser vivo, en ella nace y se reproduce generación tras generación. Subsistimos gracias a ella. Nos da alimento, nos viste y calza, nos da techo; es nuestra casa.

La tierra que defendemos desde 1979 en la CNPA no es mercancía, no es una cosa que tengamos el derecho de explotar, la tierra es casa, es madre, es el lugar de los abuelos y de los hijos, es pasado y futuro, es la vida, la muerte, el alimento, la música, la paz y el sosiego, es el verdor y el caminar, es todo esto y más. Por ello, desde cada surco de nuestro México, nos congregamos hoy para alzar nuevamente la voz y gritar nuevamente que estamos aquí y decirles que nunca, nunca, nunca, hemos bajado los brazos y que seguimos en pie de lucha para impulsar el movimiento de la Cuarta Transformación encabezada por nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador.

Pero los objetivos de nuestro movimiento no pueden convertirse en realidad si no garantizamos la Soberanía y la Seguridad Alimentaria nacional. El sector agrario ha sido uno de los más devastados por las políticas neoliberales. A partir de 1988 se destruyeron mecanismos que resultaban fundamentales para el desarrollo agrario, se orientó el apoyo público a la manipulación electoral y se propició el vaciamiento poblacional del agro. Las comunidades indígenas, que han vivido desde hace siglos la opresión, el saqueo y la discriminación, padecieron con particular intensidad esta ofensiva.

Las políticas oficiales pasadas favorecieron la implantación de las agroindustrias y los megaproyectos y han condenado al abandono a comuneros, ejidatarios y pequeños propietarios. Ello no sólo ha resultado desastroso para los propios campesinos sino para el resto del país: actualmente México importa casi la mitad de los alimentos que consume, así como la mayor parte de los insumos, maquinaria, equipo y combustibles para la agricultura.

No hemos logrado aún remontar por completo los problemas que nos heredó el régimen de corrupción, particularmente la reforma al artículo 27 constitucional de 1992. Esa reforma condenó a los campesinos a la pobreza, a la marginación y a la nula protección de sus derechos agrarios. Los tribunales continúan siendo cómplices de caciques, de los dueños del dinero y los problemas de la tierra no se resuelven aún: el rezago agrario y los despojos continúan impunes.

Así, desde la Coordinadora Nacional Plan de Ayala y en todo el país, impulsados por las promesas de la 4T, damos todas nuestras fuerzas para poner de pie al campo mexicano y para ello, nuestro actuar se basa en las premisas de “NO MENTIR, NO ROBAR Y NO TRAICIONAR AL PUEBLO”.

Tenemos que acabar con la corrupción que siempre ha dañado a los que menos tienen. En México, por mucho tiempo existió un pacto tácito entre el poder político y el económico que normalizó esa conducta. Este comportamiento se infiltró como humedad en nuestras instituciones, y eliminarlo será uno de los retos más complicados que deberemos superar para llevar a cabo la Cuarta Transformación de nuestro país.

Y para colmo de males, los hogares más pobres son a quienes les afecta más la corrupción por dos razones: pagan una mayor proporción de su ingreso en sobornos, y no reciben servicios que debieran ser gratuitos cuando el costo de la mordida se los impide. Y en el campo mexicano viven los más pobres de los pobres. No podemos seguir soportando la herencia de los gobiernos pasados, con la corrupción galopante que se fundamenta en la impunidad de quienes cimientan sus fortunas en la pobreza de la mayoría.

Tenemos que construir un país de Derechos, donde cada uno de las mexicanas y mexicanos pueda gozar, sin pretextos, del derecho al Bienestar, del derecho a la Salud digna y a la educación, lo cual sólo puede ser posible a través de la culminación de una política de Construcción de la Paz basada en la justicia y el respeto a los Derechos Humanos y la inclusión, pues sólo entendiendo que el país es el hogar de todas y todos, entendiendo que la justicia social desde las diferencias y el diálogo adecuado y respetuoso entre las y los mexicanos son el camino para una paz verdadera.

Feliz Día Internacional de la Lucha Campesina

 

POR JOSÉ NARRO CÉSPEDES

COLABORADOR

@JOSENARRO

LSN