COLUMNA INVITADA

¿Discurso de odio hacia la mujer?

La ridiculización de las mujeres en el discurso misógino ha sido lo único constante durante siglos en todo el mundo

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Una de las arias de ópera más populares que existe es La donna è mobile, perteneciente al Rigoletto, de Verdi. En ella el personaje del Duque de Mantua estima que “la mujer es inestable cual pluma en el viento” y esa inconstancia del género femenino le es consustancial.

La ridiculización de las mujeres en el discurso misógino ha sido lo único constante durante siglos en todo el mundo. La creación de prototipos que encajonan a las mujeres bajo un mismo y único molde: ridiculización como forma atemperada de odios. Los mecanismos a través de los cuales reproducen las caricaturizaciones de las mujeres se han enriquecido con la masificación que propician medios televisivos y redes sociales.

No cabe duda, la libertad de expresión es un pilar de la democracia; es uno de los derechos fundamentales que definen a aquélla, pues la amplitud de su prerrogativa define la graduación democrática de los países. Pero, al igual que cualquier libertad, tiene límites excepcionales: en este caso se trata de la dignidad de las personas. Más aún, cuando el libelo, la parodia o el mensaje de odio se torna perversamente en violencia de género.

No hay protección constitucional ni convencional al discurso de odio, el cual es doblemente pernicioso más grave si el objeto del ataque es una mujer. No importa si la víctima estigmatizada sea o no funcionaria; lo privado y lo público resultan intrascendentes cuando la mordacidad tiene como presa a las mujeres.

Todos, absolutamente todos, somos cómplices del triste y descarnado espectáculo del discurso de odio: quien directamente lo pronuncia, lo dibuja o lo actúa, lo mismo de quien lo incita y arenga, también quien observa y guarda cobardemente silencio. No hay excepción, es inadmisible en todos los sentidos cuando el motivo de lo mordaz y la iracundia es por ser mujer, simple y sencillamente mujer.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha sido enfática en defender, a capa y espada, la libertad de expresión, en despojarla de las mordazas que tratan de acallarla. Pero, en el mismo, sentido rechaza y condena la baja ralea de quien, o quienes motivado o motivados por odios atávicos, ridiculiza, amenaza, oprobia y ultraja a las mujeres.

Aprovechar los instrumentos de la difusión masiva para realizar inferencias crueles que inciten una respuesta en el mismo sentido, al contener un desprecio personal, sin que se puedan considerar, simplemente como calificativos fuertes o molestos, sino como manifestaciones ofensivas que actualizan una absoluta vejación, es social, moral y jurídicamente reprochables.

Es sorprendente cómo una sociedad civil y política, como la nuestra, da marcha atrás en el incipiente camino de la igualdad de género. Cuando deberíamos empezar a normalizar el empoderamiento y ascenso de las mujeres pioneras, nos enfrascamos una y otra vez en la deshumanización y cosificación del género femenino.

Catherine MacKinnon ya lo refería en Only Words: no se puede actuar como si las palabras en un discurso no tuvieran el significado que tienen, o como si no lograran el efecto que buscan –discriminar–, pues nunca debieron de haberse emitido.

¿Entenderán esos señores a quienes nos referimos? o cómo quieren que se les diga que debemos repudiar todas esas formas de criticar a las mujeres en el México de hoy.

 

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

LSN