COLUMNA INVITADA

Reuniones de primavera entre el FMI y el Banco Mundial: la fragmentación de las economías

Cada vez menos gobiernos en el mundo han dejado de estar satisfechos con regímenes políticos democráticos

OPINIÓN

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Luis Miguel Martínez Anzures / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Desde hace muchos años las señales de agotamiento del modelo económico global han dejado sentir sus efectos en la mayoría de los mercados internacionales y por supuesto, en grandes segmentos de la población mundial. Meses antes a la pandemia, muchos movimientos sociales daban fe del enorme descontento que priva al interior de múltiples países, los cuáles consideran que el modelo de desarrollo económico heredado desde el final de la segunda guerra mundial es una anquilosada y anticuada aspiración de crecimiento global, que no corresponde con las nuevas realidades que caracterizan a este siglo.

Este fenómeno de animadversión ha recrudecido en sus efectos.

Con el paso de los años, se ha demostrado que, cada vez menos gobiernos en el mundo han dejado de estar satisfechos con regímenes políticos democráticos, si estos últimos, no son capaces de asegurarles bienestar social, económico y dignificante en sus condiciones de vida. Esto último, es una arriesgada apuesta o caja de pandora que, pudiera abrir nuevas vertientes sociales y políticas en los años venideros para personajes siniestros que, aprovechándose de esta situación, pudieran implantar modelos restrictivos o coercitivos como formas de control social colectivo en aras de hacer crecer sus alcances económicos.  En fin, hay todo un mundo de posibilidades que aún no logran precisarse o imaginarse y cuyos riesgos, la humanidad no debería estar dispuesta a explorar.

Ahora bien, en medio de esta vorágine de cambios sociales, políticos y económicos, desde esta semana, la junta directiva del Banco Mundial y el FMI, se reúnen para analizar los retos principales de la economía global y presentar informes acerca de su rendimiento. A dicha serie de juntas se les conoce como, “las reuniones de primavera”. El propósito de dicha serie de mesas de análisis es conocer y proyectar las nuevas tendencias de crecimiento e innovación en el espectro geopolítico de la actualidad. El problema es que, aún con dichos conocimientos, en innumerables ocasiones estos organismos, no han demostrado estar a la altura de los desafíos que enfrentan las naciones que recurren a ellos.

Para decirlo de otra manera, normalmente, en estos círculos, las juntas de gobernadores del FMI y del Banco Mundial, se reúnen para discutir: las perspectivas económicas mundiales, el desarrollo económico y la eficacia de la asistencia para disminuir la pobreza mundial, resultados que son tomados en cuenta para la toma de decisiones de los gobiernos e inversionistas. O al menos así eran considerados en un pasado, pero en la actualidad, no han demostrado tener resultados eficaces y mucho menos, prospectiva meticulosa en sus previsiones.

Como ya es costumbre, el resultado de estas mesas de análisis regularmente son acompañadas de informes sectoriales y proyecciones derivadas de dichas dinámicas.

Pero ¿por qué estas reuniones de trabajo son tan cuestionadas, o carecen de credibilidad en sus resultados?

Porque en la actualidad la existencia de dichos organismos, (BM y el FMI), se encuentra rodeada de críticas de casi todos los sectores societales, desde naciones en desarrollo, líderes internacionales y hasta algunos de sus países miembros más poderosos, todo debido a su lentitud en reformar sus políticas y prácticas para abordar el cambio climático de manera efectiva y el fracaso de sus estrategias de desarrollo.

Una muestra de ello se dio en el mes de enero, cuando el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, António Guterres, condenó el “sistema financiero global moralmente en bancarrota… Diseñado para beneficiar a los ricos y los poderosos”.

La percepción anterior fue secundada por el Plan de Implementación Sharm el-Sheikh, emitido en la conclusión de la cumbre sobre cambio climático COP27 en Egipto en noviembre del año pasado, en donde se hizo un llamado por “una transformación rápida e integral del sistema financiero internacional, sus estructuras y procesos”.

En este sentido, una de las voces que se han sumado a estos reclamos fue la voz autorizada de la primera ministra Mia Motley, de Barbados, quien se ha convertido en una de las voceras internacionales más destacadas en llamar a una acción urgente sobre las implicaciones del cambio climático. Esta funcionaria, declaró en noviembre que “el sistema financiero que… nos está obstaculizando en ser arquitectos y artesanos de nuestro propio destino, en lugar de sencillamente permanecer a la espera de la caridad de otros en el norte global”.

Como puede observarse en la escena internacional, son cada vez más, las manifestaciones de desencanto que acompañan el funcionamiento del sector financiero mundial y los efectos que la actual parálisis de este aparato, siguen generando en la mayor parte de los sectores de las cadenas productivas; el problema con este fenómeno, es que de continuar la tendencia como hasta ahora, es casi un hecho, que la organización de países en vías de desarrollo logren establecer nuevas rutas de crecimiento económico ajenos a dichos organismos rompiendo el orden mundial heredado desde la segunda guerra mundial, trayendo consigo una reconfiguración obligada del orden mundial y nuevas disputas comerciales en sectores como el energético, tecnológico o inclusive las materias primas.

El resultado de todo esto, es la regionalización de las economías, la cuál es una práctica cada vez más usada como medio alternativo ante el desgaste y la falta de credibilidad de organismos como el FMI y el BM, quienes parecen estar al límite de sus capacidades y limitados en la creatividad de las soluciones que comparten a la comunidad internacional, para tratar de hacer que la economía crezca por encima de lo que muchos analistas proyectan, no será superior a márgenes del 3% durante los siguientes años. De cumplirse este vaticinio, la fragmentación de la economía mundial será casi un hecho, ante la pérdida de confianza que muchas naciones tengan hacia los organismos económicos del orden mundial que fueron creados después de la primera mitad del siglo XX.

El final del capitalismo exacerbado ha llegado y junto con él, un nuevo orden de las cadenas de suministro e innovación traerá como resultado de estos procesos, a nuevos actores que habrán de emerger como ganadores en la reconfiguración geopolítica.   

POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES
PRESIDENTE DEL INAP

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