LA NUEVA ANORMALIDAD

Uno de lengua

¿Se le fue la lengua al Dalai lama o se les fue a quienes lo acusan de pedofilia?

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Experimento franco escepticismo ante la idea del líder, sea cual sea su índole. Ateo que soy, esa distancia se ve redoblada cuando es uno religioso, no digamos uno que se deja fotografiar con rockstars y estrellas de cine, y permite le sea tributado un fanatismo parecido al que concitan éstas. Así, no tengo especial interés por el Dalai Lama ni le profeso admiración. Es, pues, no desde la fe y la reverencia sino desde el sentido común que afirmo aquí no contar con elemento alguno para tratarlo –como tantos han hecho en los últimos días– de pedófilo o predador sexual.

 He visto el video que le ha valido que su comportamiento con un niño que se acercó a abrazarlo haya sido juzgado reprensible. Lo primero que habrá que tener en cuenta es la oportunidad en que se produjo ese encuentro: un acto público que reunía a 100 estudiantes becados por una fundación india, celebrado ante cámaras en el templo mismo en que oficia el más público de los ministros del budismo tibetano en la ciudad de Dharamsala. Me permito dudar que un pedófilo eligiera tan conspicuo contexto para dar rienda suelta a su concupiscencia delincuente: por regla general, quien transgrede la ley o la moral lo hace de espaldas a la galería. Así, la conducta será a lo sumo inapropiada.

Vale también analizar esa conducta. Primero, en tono juguetón no demasiado distinto del de un abuelo, el Dalai Lama exhorta al niño a darle un beso y acerca sus propios labios a los suyos. Tal comportamiento es inusitado en nuestro país pero no en otros: no sólo en muchas regiones de Asia es común besar en los labios para expresar afecto, no sexual, sino que el acto es recurrente entre padres e hijos en la cultura estadounidense, como testimonian cientos de películas y series televisivas hollywoodenses. Viene después el episodio de la lengua, sin duda torpe, acaso extravagante pero difícil de caracterizar como abuso.

El Dalai Lama extiende la lengua ante el niño, lo que podría haber hecho para observar las costumbres tibetanas de saludo –varios medios han publicado al respecto investigaciones plausibles con fuentes serias– pero, a juzgar por el tono de la interacción, más pareciera seguir la misma dinámica de juego inocente. “Puedes chuparme la lengua”, le espeta en claro tono de guasa; después le da un abrazo de despedida. El chiste es poco elegante, raro y tonto. Sin embargo, es claramente un chiste: basta ver el video.

Mucho se habla hoy de la sexualización de la infancia, más desde el pánico moral que desde el interés intelectual –valdría revisar a Freud y a Foucault– o desde la empatía con los niños. Si tanto queremos proteger su presunta inocencia, bien haríamos en escucharlos en vez de atender sólo a nuestros propios temores y prejuicios. (¿O alguien se ha tomado la molestia de recabar el testimonio del niño?)

 

 

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG: @NICOLASALVARADOLECTOR

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