POLÍTICA PARA A´MAR

El Instituto Electoral como intermediario

Por qué necesitamos un mediador si queremos una relación sana con la política mexicana

OPINIÓN

·
Marlene Mizrahi / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Han sido muchos años desde que percibimos que la política mexicana nos ha usado para llevar agua a su molino. Años, incluso décadas, que han provocado que cada vez que escuchamos la palabra “democracia” pensamos que se está hablando de aquello que sucede en sus altos niveles.

Nos es complicado, entonces, ubicarnos como parte de ese gran colectivo. Y no solo es difícil, sino que, incluso, incomoda.

Por supuesto. Ha sido tanto tiempo de engaño – desde que terminó la Revolución Mexicana en 1920 hasta el año 2000, en el que una persona de un partido distinto al de siempre logró llegar a la presidencia –, que sentimos que pertenecer a la democracia no solo nos hace parte de una estafa, sino que nos iguala a ese quehacer del que casi no sabemos, del que casi no confiamos.

Por ello, para notar que hechos tan simples como comentar sobre la situación de nuestro país e ir a votar nos integra y nos hace miembros activos, necesitamos de un mediador. Requerimos un árbitro capaz de, al menos, dar certidumbre sobre la validez de nuestro voto. Para eso sirven los institutos electorales.

Y no, no es solo la credencial para votar – como alguna vez me preguntó una tía –. Los institutos electorales valen más por su capacidad de operar que por su simple existencia. Específicamente, el caso mexicano comenzó la construcción de su autonomía en 1995 y se ha ido perfeccionando.

Claro que la democracia es mucho más que las elecciones. Sin embargo, la primera vía de participación que tenemos como ciudadanos es el voto. Mediante este elegimos a quienes nos van a representar en las tareas del gobierno y, cuando funciona, se usa como premio o castigo: solo así se obliga a gobernar en favor de las personas.

En nuestro país, los institutos electorales se han convertido en un árbitro creíble, ya que, además de administrar las elecciones y celebrar el calendario electoral de forma ininterrumpida, expiden el padrón electoral, es decir, controlan la lista de personas que pueden votar, las cuales deben tener una credencial vigente – saludos a mi tía – y capacitan a las personas que aseguran que, efectivamente, es el mismo individuo que aparece en la lista, acude a la casilla y emite su voto una sola vez.

Igual de importante es que han facultado condiciones de cancha pareja al definir, regular y hacer que se cumplan: los recursos que los participantes reciben del gobierno; los tiempos de campaña y el gasto máximo permitido; así como el acceso de cada competidor a los medios de comunicación.

Estas son solo algunas de las acciones que los institutos electorales han logrado al ser independientes del gobierno; aquellos que han evitado el fraude y permitido que los vecinos no nos quedemos en seco.

 

Por Marlene Mizrahi

COLABORADORA

@marlenemizrahi

LSN