MALOS MODOS

Cómo hablar de Norma Piña sin enojar al Presidente

Esos paladines de la izquierda civilizada nos regalaron un curso intensivo... Hubo de todo, con algunas constantes

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La quema de la figura de Norma Piña en el Zócalo tuvo una virtud: ponernos ante el espectáculo de la prudencia. Porque si, cabe la prudencia en el transformacionismo, al menos entre esos socialdemócratas 2.0 que, sabemos, a veces hacen caras pero no tocan rigurosamente ni con el pétalo de etcétera al titular del Ejecutivo. 

Vaya, que esos paladines de la izquierda civilizada nos regalaron un curso intensivo: “Cómo hablar de Norma Piña sin enojar al Presidente”.

Hubo de todo, con algunas constantes. Una de ellas: a todo mundo se le fue internet. Normal. Como en Palacio se tardaron en manifestarse, las fuerzas vivas del pensamiento cuatroteísta decidieron ver por dónde venían los tiros antes de decir pío. Una vez que apareció el tuit de Beatriz Gutiérrez Müller y que el licenciado se pronunció contra la violencia, más que nada la que sufre él, empezaron a asomar la cabeza. Es así como te puedes tardar 30 y pico horas en defender a tu colega.

La segunda constante fue quitarle importancia al asunto en función de los usos y costumbres: hombre, el pueblo bueno arma mucha quema de muñecos, digamos en las fiestas patronales. Bien ahí. Porque se te ocurre decir que el pueblo bueno tiene también algunas prácticas atroces, desde quemar algo más que muñecos (policías, digamos), hasta vender como esposas a niñas de 12 años, y te cae la cultura de la cancelación. O la compañera Vilchis.

La tercera constante fue evitar cualquier conexión entre el espectáculo del Zócalo y las virtudes de la ministra. Porque, según hemos visto, su presidencia tiene varias virtudes, entre ellas la de defender sin estridencias la división de poderes, que tiene alguna importancia en términos de la democracia y que al licenciado me lo descompone. 

Lo que nos lleva a la cuarta de las constantes, esa con la que empecé esta nota: evitar cualquier mención a las responsabilidades del Presidente en el linchamiento. Ya saben: repruebo toda forma de violencia y blablabla, y no pongo nombres y apellidos. Lo habitual. 

Con todo, hay alguien que se merece un reconocimiento. Sabina Berman no solo evitó hablar del Presidente, sino que negó su responsabilidad en la quema. Resulta que ésta no tuvo que ver con las calumnias, descalificaciones y demás lanzadas desde la alta tribuna de la mañanera, sino con, agárrense, la “desigualdad brutal”. Carajo: superó los tics argumentativos del raciclasismo; hiervan de envidia, niños de Claudia Sheinbaum. 

En mi opinión, con esto abre nuevos territorios a esa escalada intelectual que la distingue. 

Porque sí, hay una conexión entre el linchamiento simbólico y la desigualdad, como la hay entre el linchamiento y, no sé, que no reine la paz en el mundo. O el amor, pa’pronto. También ayudaría que todos los niños tuvieran qué comer, o que se terminaran las enfermedades.

Mil gracias.

POR JULIO PATÁN 

COLABORADOR

@JULIOPATAN09 

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