COLUMNA INVITADA

The Whale: radiografía de la gordofobia en el mundo

La fobia y la discriminación hacia los individuos con sobrepeso se ha convertido en un problema sociocultural, en el que los prejuicios escalan a escenarios de odio

OPINIÓN

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Luis Miguel Martínez Anzures / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La tarde del domingo 12 de marzo del presente año, la controvertida película “The Whale”, (la ballena), le dio la tan ansiada estatuilla dorada de los premios Oscar al mejor actor masculino, Brendan Fraser, por su papel protagónico en este largometraje que ha dejado tras de sí, innumerables críticas por su trama. 

“The Whale”, relata la historia de un profesor de inglés con obesidad mórbida que lidia con su propia vida luego de la muerte de su pareja. En el filme, Charlie, (personaje que interpreta Frasier), intenta reconectar con su hija y encontrar con ello una redención a lo que hasta esos momentos es un existir depresivo y melancólico. La película se presentó en el Festival de Cine de Venecia y de inmediato, la actuación del actor estadounidense fue alabada y ensalzada por su interpretación de este personaje. 

Pero más allá del éxito del actor y esta cinta, lo controvertido de esta aportación y por lo que vale mucho la pena, es porque ayuda a visibilizar la violencia sostenida y sistemática que ocurre en el mundo hacia sectores diversos de la población mundial. En específico hacia las personas robustas. 

En la actualidad en el imaginario colectivo se le denomina gordodio a lo que popularmente se le conoce como gordofobia, la cual puede concebirse, como el odio a las personas con estas características físicas, es decir, por el simple hecho de tener esta complexión, las personas con esta apariencia son acreedoras al rechazo social y están sujetas a diferentes variaciones de violencia y estigmas de muchos tipos.

La fobia y la discriminación hacia los individuos con sobrepeso se ha convertido en un serio problema sociocultural en el que los prejuicios sobre los cuerpos no hegemónicos están rebasando el ámbito de las burlas y han escalado de forma peligrosa a escenarios de odio y violencia. Se dice en repetidas ocasiones, “esto ya existía desde la antigüedad, no es nada nuevo”, lo que es una aseveración cierta, hasta determinado punto, pues si se analiza con mayor detalle, en la actualidad, existen una diversidad de herramientas tecnológicas que ayudan a visibilizar y potencializar de manera más ágil el problema, entonces en estos términos, el bullying que se le pudiera hacer a un niño en estos días, no lograría compararse en magnitud alguna con lo que pudieran sufrir sus pares en otras épocas. 

Aunque más que ser un problema de formas o magnitudes, debería abordarse como la intolerancia hacia la diversidad y lo diferente, en otras palabras, el modelo de consumo masivo que se ha impuesto durante generaciones en la sociedad global es un tema que ahora empieza a mostrar su verdadero rostro. La sociedad del siglo XXI, pareciera ser profundamente menos sensible y receptiva hacia la pluralidad de formas de pensar, de actuar y de manifestarse físicamente en los espacios públicos. 

Argumentemos de mayor forma esta idea. 

El capitalismo salvaje o en masa de este siglo, ha sido el móvil por el cuál, se han esculpido las mentes de las personas y los estereotipos de belleza que la mayor parte de los individuos deben aceptar y enaltecer como fórmulas de éxito, así sin cuestionar o analizar con detenimiento dichas propuestas. Un completo disparate que al paso de los años se ha fortalecido a través de la literatura, el cine, la música y hasta en la misma familia. 

Pareciera que tener sobrepeso es estar gravemente enfermo o en contra de lo socialmente correcto. La obesidad es una afrenta a lo políticamente correcto y a lo socialmente sano, pero dichos preceptos tienen una interesante trampa en sus postulados, ya que, en efecto, la mayor parte de las personas en el mundo deben cuidar su salud, pero este aspecto y la apariencia física para los fines del consumo masivo y el fortalecimiento del capitalismo salvaje, van de la mano. Tener una buena imagen requiere de consumir más productos específicos y adquirir la membresía de otro tipo de servicios que logren consolidar un régimen de vida que ayude a edificar en la persona una delgadez más aceptable. 

¿Pero en realidad este modelo deber repetirse en todos los casos?

La respuesta en el supuesto de ser afirmativa eliminaría cualquier rastro de tolerancia ante la diversidad estética y la concepción del cuerpo humano y solo centraría la discusión en la concepción de la belleza comercial y sus preceptos masivos de consumo. 

Es cierto, los problemas de la obesidad no deben subestimarse, como tampoco los del sedentarismo cotidiano que sufren millones de personas en todo el mundo. Es notable, que la mayor parte de los problemas de diabetes e hipertensión provienen de fenómenos ligados a la concentración de grasa corporal y en la sangre, pero ambos se combaten a través del movimiento y el ejercicio y no del bullying y el estigma social.

Concebir de manera limitada las consecuencias del sobrepeso o la obesidad, sería un grave error, ya que no son sólo físicas, sino también psicosociales; las personas con sobrepeso enfrentan comentarios y situaciones de rechazo con afectaciones directas en su salud mental y emocional: estrés permanente, crisis nerviosa, ansiedad, depresión y baja autoestima, todo esto a larga acelera el proceso degenerativo en la mente y su cuerpo. 

La pandemia del COVID-19 dejó grandes lecciones a la humanidad, quizás la más significativa fue confirmar, que el tiempo, es corto cuando el riesgo de salud y la vida están en juego, ese podría ser el elemento más significativo que las administraciones públicas a nivel mundial deberían tener en consideración, para establecer nuevas políticas públicas que ayuden a reducir de manera sustancial el fenómeno de violencia social que, a diario sufren millones de personas en el mundo, solamente por su apariencia, pero yendo más allá, lo ideal sería establecer una pluralidad aspiracional efectiva en cuanto a los modelos de consumo y liderazgos dentro de las sociedades. 

POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES

PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

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