COLUMNA INVITADA

Volver a Lenin y tomar el cielo por asalto

La polarización nubla la razón. De uno y otro bando surgen quienes se colocan en el lugar del Dios cristiano

OPINIÓN

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Hermenegildo Castro / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

La polarización nubla la razón. De uno y otro bando surgen quienes se colocan en el lugar del Dios cristiano: “El que no está conmigo está contra mí; el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12:30) Pero no estaría mal escuchar a los voceros del gobierno. Volver a Lenin y tomar el cielo por asalto.

La oposición haría muy bien en tomarle la palabra al presidente y sus talibanes. Hay que volver a Lenin para comprender al gobierno actual. Una manera de conocer el verdadero pensamiento de un hombre es leer los libros que elogia.

En la mañanera, López Obrador se ha referido al libro “Estado y Revolución” por lo menos una docena de veces, lo mismo al hablar de sus años de estudiante que ante Gabriel Boric, presidente de Chile.

Max Arriaga, director de materiales educativos de la SEP, junto con Sadi Arturo Loaiza, un chavista encargado de diseñar contenidos de los libros de texto, han sido duramente criticados por recomendar a los maestros que lean a Lenin y a Marx.

Sin embargo, la clase política y empresarial deberían hacerlo también. Ahí está la propuesta de tomar el cielo por asalto y el origen de la vileza, la falta de principios, la maldad, la ceguera moral, la decisión de sacrificar a los más débiles.

Lenin, nos dice Ian Kershaw, “poseía una tremenda fuerza de voluntad y una enorme seguridad en sí mismo. La volatilidad de su colérico temperamento, su intolerancia y la omnipresente certeza de llevar siempre la razón hacían difícil que una persona de mente más abierta, planteamientos no tan dogmáticos o modales menos tajantes soportara su prepotencia”.

Lenin se consideraba el verdadero intérprete de las leyes de la historia y el único capaz de “restaurar la verdadera doctrina marxista sobre el Estado”

La idea de mandar al diablo las instituciones, tiene su origen en Lenin, quien proponía desaparecer el Estado y sustituir a la burocracia profesional por el proletariado. Entonces (1917) y ahora gobernar no tenía ciencia. Decía Lenin: “Siempre que no traicione la ortodoxia marxista, no piense por su cuenta y no saque los pies del tiesto, cualquier cocinera podría hacerse cargo del gobierno”.

Uno por ciento de capacidad, 99 por ciento de lealtad. También, convertir el parlamento en una simulación. “La salida del parlamentarismo no está, naturalmente, en la abolición de las instituciones representativas y de la elegibilidad, sino en transformar las instituciones representativas de lugares de charlatanería en lugares de trabajo”.

Maestros, políticos, empresarios encontrarían el principio leninista de que “en política no hay moral, sólo hay oportunismo. Un sinvergüenza puede ser de utilidad para nosotros precisamente porque es un sinvergüenza”

“Nosotros -escribe Lenin en Estado y Revolución- no somos utopistas. No soñamos en cómo podría prescindirse de golpe de todo gobierno, de toda subordinación… No, nosotros queremos la revolución socialista con hombres como los de hoy, con hombres que no pueden arreglárselas sin subordinación, sin control, sin inspectores y sin contables”.

POR HERMENEGILDO CASTRO

COLABORADOR

@Castroherme

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