Hace quince años publiqué mi primer artículo periodístico que se tituló “Hacerse a un lado”, me encontraba en Madrid estudiando el doctorado en ciencia política y administración pública y estaba inmerso en la lectura del comportamiento electoral, la representación política, la administración.
Iniciaba la colaboración con una pregunta: ¿Cuáles son los principales retos de un político? Y continuaba con la siguiente reflexión: podría ser la honradez, la rendición de cuentas, la eficaz implementación de políticas públicas, los resultados. Sin embargo, aunque son importantes, la historia reciente de México nos enseña que, el verdadero reto, es saber cuándo abandonar la primera fila de la escena política.
No hablamos de relevos generacionales, de considerar que los que llevan mucho tiempo son anticuados para la nueva democracia, sino de ser conscientes del momento en que su presencia política ha llegado a su término, por la necesidad de dar paso a nuevas fuerzas, ideas o actores, o porque su capital político lleva años devaluado por actos de corrupción, ineptitud o escándalos graves. Un buen político debe saber asumir ese reto, desde el inicio de su carrera pública y, llegado el momento, afrontarlo.
Ha pasado más de una década y un lustro y el artículo permanece vigente. Con miras a las próximas elecciones, los partidos políticos se encuentran ocupados en la selección de candidatos para todos los niveles y, si bien, en casi todos los partidos no han salido a la luz aquellos finales, algunos de los que se vislumbran, caen en esta categoría.
Insisto, como en mis palabras de 2008, que no se trata de simples relevos por edades, sino de un análisis más profundo de sus trayectorias y rendición de cuentas. Cuando un actor o actora, a través de su devenir público, ya se encuentra sumamente desgastado, difícilmente logrará reinsertarse, en una nueva realidad, como una opción fresca y viable.
Comprendo que el mismo sistema mexicano proporciona incentivos para la perpetuidad. También que, la experiencia, es un elemento importante que sólo [retomo el sólo, con acento] se alcanza con el desarrollo de la actividad. En EUA vemos congresistas muy longevos pero, ¿no será tiempo de encontrar rostros nuevos integrales?
Si bien, la democracia implica, en sí misma, la posibilidad de que cualquier persona, con el nivel de educación, experiencia o capacidades que cuente, pueda alcanzar un cargo político, ¿qué pasaría si, además de ciudadanos que representen a su comunidad, éstos o éstas, han alcanzado capacidades adecuadas, de cualquier campo y, además, han sido responsables con su rendición de cuentas personales?
Es tiempo de repensar el escenario político, ver más por los intereses comunes que por los facciosos, de encontrar un balance en la selección de candidatos, entre la representación, la honestidad y la capacidad. Nunca sabremos si, otros rostros, que no se han beneficiado de los incentivos perennes del sistema, son de alto servicio para el país, sino les echamos el ojo y les brindamos una oportunidad. ¿Ustedes qué opinan?
POR JOSÉ LUIS AYOUB
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