PORTAZO

El Ahuehuete, símbolo inevitable

Van a sustituir, por segunda vez, a una palmera muerta por la desidia ante una plaga fungosa, cuya voracidad arrasó antes con más de 300 palmas

OPINIÓN

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Rafael Cardona / El Portazo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Posiblemente, ningún gobierno en nuestra historia reciente haya manejado tan hábilmente los símbolos como éste. En eso, se lleva el primer lugar.

Simbólicamente cerró Los Pinos y con idéntico afán comenzó a perder divisas con un avión inutilizado por un imaginario derroche  y lo puso en términos de comercio imposible para echarle más dinero bueno al malo.

Ya del aeropuerto texcocano, ni hablar, y el gran Dreamliner duerme el sueño de los justos, porque nadie lo quiere: ni Obama.

Pero la mala administración se encubre —y para sus devotos se justifica—, con la buena intención.

Mientras tanto, por cumplir con otros simbolismos (las limpias en lugar de la ciencia, por ejemplo), el gobierno federal ha cometido muchos errores más, tantos como para henchir esta edición entera y algunas otras de la siguiente semana si es que
fuera necesario.

Sin embargo ese juego de espejos es una de las especialidades del discurso (recurso) político del presidente  Andrés Manuel López Obrador, quien gracias a jugarretas y “es-pejismos” (además de regalar dinero), logró jugarle el dedo en la boca a treinta millones de electores felices ante los juegos y malabares en el entretenimiento mañanero, ya sea con empleadas en el Palacio o la purificación del búnker de García Luna. Un éxito.

Pero como las segundas partes siempre fallan, porque nacen defectuosas, el enorme símbolo arbóreo del Paseo de la Reforma, el frondoso ahuehuete, cuya ramazón de doliente sabino nos iba a recordar todo cuanto  quepa en la cursilería, se ha secado
sin remedio.

“…quisiera que recordáramos este ahuehuete de diferentes formas —nos dijo conmovida CSP en el emocionado trasplante—, pero una de ellas es con la grandeza de México, lo que es nuestro país, lo que es nuestra patria, nuestra historia, desde sus culturas originarias hasta lo que representa hoy con la Cuarta Transformación”.

Pues sí, ya vimos: representa la ineptitud, la chambonada, a pesar de las  maniobras de los jardineros de la ciudad, a pesar de las rogativas y las buenas vibraciones mañaneras, el árbol seco y torcido —hubiera dicho Liguori— está enteco, esmirriado, convertido en miserable varejón, cuyo desarraigo con fines de terapia intensiva no se va a lograr, y si se lograra, ya no tendría dónde plantarlo.

Porque ahora ahí  se pondrá otro ejemplar robusto, bien regado y vitaminado —dicen con la misma certeza fracasada de antes—, para sustituir, por segunda vez, a una palmera muerta por la desidia ante una plaga fungosa, cuya voracidad arrasó con más de 300 palmas hermosas de penachos viejos y altivos mecidos por el viento.

Las palmeras muertas y el ahuehuete malogrado, son el verdadero símbolo de esta administración urbana en manos de una mala imitadora.

POR RAFAEL CARDONA

COLABORADOR

MAAZ