POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

Rusia: del Imperio a la Nación

Además de un pésimo cálculo estratégico de Putin, lo que precipitó la invasión de Rusia a Ucrania fue la creciente distancia que ésta había tomado de Rusia

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Esta semana se cumple un año de la invasión de Rusia a Ucrania. Se trata de una guerra que Rusia no puede ganar, pero que tampoco puede aceptar abiertamente su derrota. Se ha convertido en una terrible guerra de desgaste, donde las sanciones económicas impuestas a Rusia por occidente tendrán un peso cada vez mayor. Hay que estar atentos a la reacción del líder ruso al creciente malestar al interior de su país, y seguramente dentro de su mismo gobierno. 

Presenciamos una gran tragedia. Rusia es una de las culturas más ricas que han existido en el mundo. Son innumerables sus contribuciones al engrandecimiento humano en todos los campos, incluyendo la arquitectura, el baile, la música, la pintura, la literatura, el deporte, la filosofía y la ciencia universales. Sigue siendo el país más extenso del mundo, con 17.1 millones de kms. cuadrados, inmensos recursos naturales, con presencia en Asia, el mar ártico y el mar báltico, Europa, Medio Oriente y el Pacífico.

Sin embargo, Rusia no tiene una base económica que le permita competir con los otros grandes actores de la economía global: China, Estados Unidos, India, Japón o la Unión Europea. El tamaño de su economía es similar a la de España, es decir, un poco mayor que la mexicana. Rusia tampoco destaca en innovación y desarrollo tecnológico, más allá del campo militar. Sus exportaciones están dominadas por materias primas. No compite en la producción de autos eléctricos, computadoras, o creación de metaversos. 

Pero Rusia no se acostumbra a que su lugar en el escenario mundial sea detrás de las dos grandes superpotencias actuales, China y Estados Unidos. La asfixia el estatus de “potencia regional”, como la calificó Obama hace unos años, aunque lo sea en varias regiones del mundo. Añora su glorioso pasado reciente, cuando era una de las dos grandes superpotencias, que competía por la hegemonía mundial. 

Rusia carece de la capacidad para ser el Imperio que un día fue. Recuerda al Imperio Británico y al Imperio Francés, que después de la Segunda Guerra Mundial, por el proceso de descolonización, dejaron de ser imperios para convertirse en naciones preeminentes, pero ya no hegemónicas a nivel mundial.

No debe ser fácil aceptar que se ha dejado de ser el imperio que Stalin llevó a su máxima expansión al finalizar la Segunda Guerra Mundial. La Unión Soviética se convirtió en uno de los dos grandes polos de poder en la Guerra Fría. Dominaba inmensos territorios y recursos mundiales, era una gran fuerza disruptiva que impulsaba un cambio en el sistema internacional. Pero nunca pudo desarrollar un sistema económico eficiente, que premiara la innovación y la creatividad. Siguió siendo una economía centralizada y burocratizada incapaz de competir con Estados Unidos. 

En los setenta, Estados Unidos, siguiendo los consejos de Henry Kissinger, logró consolidar la separación política de China y la Unión Soviética, facilitando a la gran nación asiática su incorporación en el sistema internacional. En las siguientes décadas, China transformó su sistema económico hasta convertirse hoy en una de las dos superpotencias, en constante ascenso militar. Hoy Estados Unidos la considera su verdadera rival estratégica. China desplazó a la Unión Soviética. 

Contradiciendo las promesas de James Baker y Helmuth Khol a Mikhail Gorvachov para que aceptara la reunificación de Alemania después de la caída del Muro de Berlin, en 1989, en los siguientes años Estados Unidos promovió la expansión de la OTAN en los países que habían sido satélites de Rusia en Europa Oriental, quienes vieron su ingreso a la alianza como un seguro frente a su antiguo dominador. Además, estas naciones, ansiosas de prosperidad económica, se unieron a la Unión Europea, profundizando su “occidentalización”.  

Putin lamentó la disolución de la Unión Soviética, a la que llamó como “una de las grandes tragedias del siglo XX”. Lanzó una ofensiva para reafirmar el dominio ruso de Chechenia (1999-2004), y una guerra contra Georgia (2008), antes de lanzar su ofensiva para reintegrar a Crimea al territorio de Rusia en 2014, cedida a Ucrania por un presidente soviético de origen ucraniano, Nikita Khrushev, en 1954, cuando la unión de ambas naciones se consideraba eterna.

Además de un pésimo cálculo estratégico de Putin, lo que precipitó la invasión de Rusia a Ucrania fue la creciente distancia que ésta había tomado de Rusia. Con dificultades, pero Ucrania adoptó un sistema político más abierto y competitivo, que no depende de un solo individuo, y desarrolló un sistema económico que no está dominado por esa figura, como en Rusia. Poco a poco, Ucrania se fue “occidentalizando” y apartándose de su poderosa vecina. Está en su pleno derecho, porque en eso consiste la autodeterminación de un pueblo. 

Pero Ucrania, Estados Unidos y la OTAN deberían prepararse para ofrecerle una salida a Rusia que ponga fin a la invasión. Rusia tendrá que pagar por los costos de su invasión, por las atrocidades cometidas, y retirarse de todos los territorios ucranianos. A cambio, Ucrania debería renunciar explícitamente a ingresar a la OTAN, con garantías de la alianza de actuar si hubiera una nueva amenaza de invasión, y asumir un estatus de neutralidad parecido al que mantuvo Austria en la era de la Guerra Fría. Habrá muchas cuestiones que negociar para alcanzar un acuerdo duradero, pero creo que este elemento puede ser indispensable. 

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES PROFESOR EN EL TECNOLÓGICO DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX 

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