ANÁLISIS

Nicaragua: ¿una revolución desprovista de venganza?

Las violencias se multiplican en un pueblo que continúa anhelando justicia y libertad

OPINIÓN

·
Rodrigo Guerra López / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Era el primero de marzo de 2020. El monje trapense y poeta Ernesto Cardenal fallecía en Managua. El Papa Francisco, un año antes, le había levantado la suspensión para ejercer el ministerio sacerdotal impuesta en 1984 por haber participado en el gobierno sandinista como ministro de cultura. Famoso por su obra literaria y su promoción de la teología de la liberación, nadie podía dudar de su compromiso revolucionario. Nadie negaba su explícita filiación sandinista. Sin embargo, Cardenal promovía “una revolución desprovista de venganza”. Al constatar la deriva autoritaria del régimen, se tornó en un duro crítico del presidente Daniel Ortega, y de su esposa, Rosario Murillo. Poco antes de morir declararía: “Ortega está corrompido”.

“Una revolución desprovista de venganza” resultó ser un anhelo contrafáctico. La cruel realidad del poder autoreferencial se impuso. El funeral del poeta se celebró en la catedral de Managua. Miles de fieles estuvieron presentes. Poco antes de comenzar la celebración litúrgica, una turba de cien personas uniformadas, con pañuelos rojos y negros, irrumpieron en el templo gritándole al cuerpo inerme: ¡traidor!

La novelista Gioconda Belli, fue severamente hostigada. Cinco periodistas sufrieron golpes. El nuncio apostólico, Waldemar Stanislaw Sommertag, intentó calmar a los agresores. Durante la misa, las consignas e insultos se continuaron. El cardenal Leopoldo Brenes presidió la eucaristía y el obispo Rolando Alvarez dio la homilía. Al finalizar la misa el disturbio continuaba. Gioconda Belli reconoce: “tenemos miedo que profanen el ataúd”. El féretro fue sacado por una puerta lateral. El obispo José Silvio Baez apuntaría en Twitter: “Mi solidaridad con personas y periodistas agredidos. ¡Basta de irracionalidad!”

Sommertag, Baez y Belli serían eventualmente expulsados de Nicaragua. Monseñor Rolando Alvarez sentenciado a 26 años de prisión. En los pasados días, 222 presos políticos y más de 90 disidentes fueron declarados “traidores a la patria”, se les retiró la ciudadanía nicaraguense y sus bienes están siendo incautados por el Estado.

De esta manera, el pueblo que luchó para derrocar al dictador Anastasio Somoza en 1979, se encuentra en la actualidad, devorado por un sandinismo víctima de sus contradicciones internas. Las lecciones de esta experiencia son muchas y convendrá aprenderlas, tanto para construir un futuro inmediato en Nicaragua, como para repensar a mediano y largo plazo, los riesgos de las luchas populares que en ocasiones no logran consolidar instituciones que eviten recaídas en el mismísimo enemigo que se pretendía vencer. Los católicos, en particular, tendremos que ser los primeros en hacer esta revisión crítica para ofrecer un testimonio profético más pertinente, constructivo y maduro.

El Papa Francisco, nos dijo el domingo 12 de febrero, al lamentarse de la sentencia contra monseñor Rolando Alvarez y de la deportación de los presos políticos: “Rezo por ellos y por todos los que sufren en esa querida nación.” (…) “La búsqueda sincera de la paz (…) nace de la verdad, la justicia, la libertad y el amor, y se alcanza mediante el ejercicio paciente del diálogo”. En efecto, el diálogo ha sido el gran ausente. Las autoridades no han abierto aún cauces efectivos. Habrá que trabajar en este sentido para evitar más violencias.

POR RODRIGO GUERRA LÓPEZ

SECRETARIO DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA

RODRIGOGUERRA@MAC.COM

PAL