ARTICULISTA

Ángela Gurría

La obra de la escultora mexicana, fallecida recientemente, es un legado para las presentes y futuras generaciones, y es testigo de su pensamiento

OPINIÓN

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Bernardo Noval / Articulista / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Con Ángela Gurría se estableció el puente entre la escultura moderna y contemporánea de México. Con un periodo que abarcó más de seis décadas de creación, de los años 60 a la época actual, la vigencia que mantiene su propuesta plástica sorprende por las posibilidades que la artista realizaba con los materiales con los cuales se expresó.

“Trabajar con escultura exige, ante todo, ser un buen artesano. Se necesita saber lo que mueve o conmueve al material. Hay que saberlo usar sin lastimarlo o forzarlo. Por mi parte he trabajado con diversos materiales, siendo la piedra mi favorita, porque siento en ella ya implícita una forma” aseguraba esta creadora.

Su formación dentro del arte escultórico comenzó de manera autodidacta y luego pasó a ser discípula de artistas como Germán Cueto, Mario Zamora y Abraham González, entre otros. Durante sus primeros años de trabajo, tuvo que firmar sus obras bajo el seudónimo masculino de “Ángel Gurría” para evitar ser relegada del campo artístico de la escultura, debido al predominio masculino que existía en dicho ámbito. Sin embargo, en pocos años su gradual trabajo escultórico se integró en espacios sociales, urbanos y públicos, lo que la llevó a reclamar el lugar que le correspondía dentro del arte mexicano.

Su lenguaje formal abarcó desde el geometrismo a la síntesis de las formas orgánicas, con cierta influencia prehispánica, al emplear iconografía arraigada en la escultura, como son mariposas y calaveras. Su volumetría puede tener la presencia pétrea, sólida y con la pesantez de un mármol monolítico, que se suaviza con la línea orgánica de una mariposa; o tener la ligereza de un manojo de listones metálicos que giran, jugando con la mirada del espectador.

“Con el tiempo, he logrado entender, a través de la creación, que el artista siempre ha sido una voluntad de ser, que se expresa en el seno y mediante la vida de una colectividad” comentaba Gurría y por ello su escultura urbana monumental es tan importante y forma parte de la conciencia colectiva de los habitantes de la Ciudad de México. En sus obras monumentales también resuena su afición por las formas escultóricas precolombinas, señalaba la ganadora, en 2013, del Premio Nacional de Ciencias y Artes.

El paulatino reconocimiento ganado por Ángela Gurría la llevó a ser una de las dos escultoras seleccionadas en 1968 por el Comité Organizador de los Juegos de la XIX Olimpiada y la Secretaría de Relaciones Exteriores para participar en la creación del espacio escultórico denominado Ruta de la Amistad, levantado en uno de los tramos del Periférico sur de la Ciudad de México, cerca de la recién inaugurada Villa Olímpica.

Gracias a su formidable trabajo escultórico urbano y el desarrollo profesional de su carrera artística la llevaron a convertirse en la primera mujer de la Academia de Artes de México en 1974, en un medio particularmente reacio a alentar y a reconocer la creatividad femenina.

La vigencia y actualidad de su trabajo es indiscutible, la contemplación de su fauna simbólica, de sus nubes de mármol y de tantas otras figuras al mismo tiempo sutiles y poderosas permanecerán en nuestra sensibilidad y memoria, pues Ángela Gurría siempre elaboró esculturas donde hizo hablar al metal y las piedras, por eso su legado para las generaciones presentes y futuras quedará como testigo de su obra y pensamiento.

POR BERNARDO NOVAL

CEO MUST WANTED GROUP

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