COLUMNA INVITADA

Tóxicos

Dicen representar el mejor ejercicio de la política, pero se empeñan en desencadenar toda la exclusión posible

OPINIÓN

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Salvador Guerrero Chiprés/ Colaborador/ Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

Son fáciles de reconocer, por sus actos y por sus dichos. Les distingue más el despliegue retórico que la acción comprometida y vinculada con problemas específicos que no solamente hay que referir sino algo muy ingrato: resolver o fundar las condiciones para su erradicación.

Están en la política, en la economía y hasta un segmento de organismos que dice tener vocación social, aunque está fundamentalmente pendiente de las fuentes del financiamiento y sólo ocasionalmente vinculado a la atención de las víctimas, las causas de los problemas o a la promoción de la solidaridad.

Entre sus capacidades –su comportamiento requiere la inversión de alguna inteligencia y habilidad– está criticar la polarización mientras se ataca a los presuntos responsables de la misma con diatriba tan feroz como discordante.

Son los políticos, empresarios o voces de resentimiento tóxico. Son contrastantes con quienes continúan, como representantes populares o promotores de la iniciativa privada, en la construcción de la comunidad o del aprovechamiento de oportunidades del mercado, la legislación, la cercanía con Estados Unidos y el intercambio global o alertas a las opciones de la reactivación local.

Suelen tener un amplio vestidor con diversos outfits para la doble moral del día. Destilan la más viperina sustancia contra las características físicas de la adversaria o el adversario, intentan un sofisma presentado como documentación o argumento contra el deshumanizado prójimo a quien se desea la peor suerte y se trabaja para su desgracia.

No es un tema de grupos etarios, clase social o raza, sino de la simple unidad en contra de aquello que parecen no entender o fingen muy bien estar convencidos de rechazar. Gritan la contrahechura “evidente y obvia”, según dicen, encontrada en cada rincón de lo público.

Están en todo su derecho, aunque prefieren ignorar por qué las encuestas no les favorecen. Tienen como constante atribuir lo malo a las oscuras intenciones de sus opuestos; justifican sus fracasos o evaden sus responsabilidades con el desdén de quien carece de la victoria y no terminan de ganar aun detentando una razón que apenas les convence.

Dicen representar el mejor ejercicio de la política, pero se empeñan en desencadenar toda la exclusión posible contra quienes dentro de sus propias organizaciones los cuestionan y compiten con ellos para estar en la foto, el presupuesto, la candidatura. Son feministas, pero rechazan la probabilidad de que una candidatura que desean pueda tenerla una mujer.

Una condición que será visible, por ejemplo, en los recorridos de la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, por las alcaldías es la inclusión y apertura de alcaldesas como Margarita Saldaña, de Azcapotzalco, o Giovanni Gutiérrez, de Coyoacán. La sociedad civil percibe las diferencias entre unas y otros también dentro de los partidos. A la comunidad le interesa el resultado de una voluntad convergente superior. No toxicidad.

Salvador Guerrero Chiprés

Colaborador

@guerrerochipres

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