COLUMNA INVITADA

Mahomes, el líder

El quarterback no necesitó tener el contrato más oneroso de la liga o ser el jugador más famoso de la NFL para “reclamar” un derecho de capitanía dentro de un equipo

OPINIÓN

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Alfredo Castillo/ Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Para Ander, el mayor fanático del gran Patrick.

En los deportes de conjunto, muchas veces “las estrellas” del equipo suelen reclamar un liderazgo que consideran natural por el hecho de ser los más famosos o contar con el mejor contrato dentro del equipo; sin embargo, no siempre el jugador más emblemático de la organización termina cargando con un equipo cuando las cosas no van bien.

Recuerdo bien un documental sobre Hugo Sánchez que salió hace poco. En el mismo se expone las diferencias que existieron en el Mundial de México 86, cuando el entonces delantero del Real Madrid consideraba que le asistía el derecho natural de ser nombrado el capitán de la selección mexicana por el simple hecho de ser el único jugador en aquella época que jugaba en Europa y que además era la estrella de su equipo.

En esa lógica, para el pentapichichi el ser capitán era un reconocimiento a sus logros, no una posición de sacrificio hacia los demás. “Hugol” pensaba que todos los seleccionados tenían que jugar para él, no él para los demás. Y ese ejemplo que va para casi cuatro décadas sigue teniendo vigencia en la actualidad.

Hay muchos ejemplos en el mundo del deporte, en donde en muchas ocasiones la llegada de una “estrella” a una organización más que fortalecer a un equipo lo termina debilitando, ya que no siempre el jugador con mejor contrato asume el liderazgo que reclama cualquier organización en los momentos difíciles. 

Por eso, cuando Patrick Mahomes firmó el contrato más caro en la historia de la NFL muchos se preguntaron si esto no terminaría siendo a la larga contraproducente para los Jefes de Kansas City, más aún cuando en la NFL existe el tope salarial. Nadie reclamaba el valor de Mahomes como jugador, ya que su talento y su manejo de la presión en momentos difíciles estaban más que probados (Algo que no vio el dueño de los Vaqueros de Dallas con Dak Prescott).

Y para los que llegaron a dudar, Mahomes dejó claro en este Super Bowl que no sólo es la estrella de su equipo, sino que es el mejor ejemplo del líder que necesita cualquier organización.

Al final de la primera mitad, Kansas iba abajo en el marcador contra Filadelfia. Pero en esos momentos el marcador, tal vez era lo de menos. Filadelfia superaba por mucho en todas las estadísticas a los Jefes, sobre todo en posesión del balón (22 por 8 minutos). Un fumble del QB de Filadelfia que fue devuelto a las diagonales, había permitido que la diferencia entre ambas escuadras fuera sólo de 10 puntos cuando el poder ofensivo de Mahomes en toda la primera mitad se había limitado a menos de noventa yardas por pase y solo un TD.

Pero además de eso, Mahomes en la última jugada de la primera mitad en la que participó como QB fue detenido atrás de la línea, y en esa misma jugada salió lesionado del campo. La expresión de dolor en su rostro y la dificultad para caminar, hicieron que todos los fanáticos de Kansas asumieran como una posibilidad real que Mahomes no regresara en la segunda mitad.

Bajo ese escenario. Si se hubieran abierto las apuestas a partir de ese instante, pocos habrían apostado por los Jefes. El escenario no podía ser peor. Filadelfia dominaba a placer, Kansas era inoperante en su ofensiva, su defensiva hacía agua, el mejor jugador de su equipo caminaba con enormes dificultades, y estaban abajo en el marcador por diez puntos. Era tal la angustia de los fanáticos de Kansas que el espectáculo del Medio Tiempo fue irrelevante, lo único que importaba en esos momentos era si Mahomes podría regresar para la segunda mitad.

Al saltar a la cancha para iniciar el tercer cuarto, un comentarista citó las declaraciones de Mahomes quien en síntesis señaló “Estoy bien, nadie me va a sacar de este partido, vamos por todo.” Estas palabras, que para muchos serían parte de un guion, para otros fue el mensaje claro y evidente de lo que es un auténtico líder. 

Mahomes no ponía pretextos ni pretendía justificar su bajo rendimiento a una lesión, más aún, ni siquiera buscaba atribuirle algún tipo de responsabilidad a su defensiva por no darle más minutos a la ofensiva. Mahomes hablaba sólo por lo que él mismo podía aportar y enviaba el mensaje más importante a su equipo “Estoy bien.”

Y los hechos demostraron que sus palabras contaban con el respaldo de sus acciones. Mahomes guio a los Jefes en su primera ofensiva de la segunda mitad a una anotación de seis puntos. Después, una vez más, la ofensiva de Filadelfia lo dejó en la banca al realizar 17 jugadas seguidas y consumir prácticamente todo lo que quedaba del tercer cuarto.

Con menos de dos minutos en el tercer cuarto, Mahomes ingresó de nuevo al campo para dirigir apenas su segunda serie ofensiva en la segunda mitad. Mahomes no reclamaba a su defensiva, no exigía más minutos con el balón, él solo sabía lo que tenía que hacer cuando lo tuviera en sus manos, y una vez más condujo a su equipo a otra anotación de seis, para lograr, con 12 minutos en el reloj en el ultimo cuarto, que Kansas se colocara por primera vez en el partido arriba en el marcador.

Para esos momentos, la imagen de un Mahomes lesionado parecía la de una pesadilla que había quedado atrás. Mahomes le había inyectado la confianza a un equipo en donde cada una de sus piezas empezó a hacer lo que les tocaba. Los equipos especiales, con un regreso de patada espectacular; la defensiva, limitando el poder ofensivo terrestre de Filadelfia; y la ofensiva de Kansas jugando con una variable que se dice fácil pero que se pierde con esa misma facilidad: la confianza.

Y cuando en el deporte le sumas al talento con esfuerzo, la confianza, la alegría al jugar y la mentalidad de un ganador, el escenario se abre al mundo de lo posible. Los fanáticos de Filadelfia podrán decir que la culpa fue por un castigo en la última ofensiva del partido, por el fumble que les representó una anotación en contra en la primera mitad, o por una falta de atención en un regreso de patada que colocó a los Jefes en un primero y gol. 

La suma de cada uno de estos factores por supuesto que fue clave, pero la verdadera razón de su derrota tiene nombre y apellido, y se llama Patrick Mahomes. Un jugador que de no haber salido en la segunda mitad, hubiera sido prácticamente imposible que Kansas City se hubiera llevado la victoria.

Al final, Mahomes no necesitó tener el contrato más oneroso de la liga o ser el jugador más famoso de la NFL para “reclamar” un derecho de capitanía o liderazgo dentro de un equipo. Mahomes lo hizo porque jugó desinteresada e incondicionalmente por el bien de un equipo, más allá de sus cartas credenciales. Mahomes no se sentó a esperar a que todo un equipo jugara para él, o para lucirse él. Sus estadísticas hablan de que hizo únicamente lo necesario para ganar. No más.

Más aún, al final del partido seguramente Mahomes desconocía cuantas yardas había lanzado o si había roto algún récord en un Super Bowl. Su cabeza no giraba en torno a protagonismos personales. Mahomes sólo pensó en la gloria de un equipo y de una ciudad que hoy se le rinde, como muchos millones más en el mundo. Ese es el verdadero liderazgo que transforma y que hace mejor a un equipo, a una organización o a un país. 

Por eso podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la estafeta o el legado que dejó hace unos días Tom Brady, hoy descansa ya en las manos de este fenómeno llamado Patrick Mahomes, y que a diferencia de otras estrellas del deporte, en donde el resultado de su equipo es consecuencia de sus ambiciones personales (Ronaldo, Verstappen, etc) en el caso de Mahomes la prioridad es su equipo, y las consecuencias serán sus logros personales.