CUERPO Y ALMA

La media naranja… mecánica

Recuerdo bien el primer impacto que me provocó la escena donde Alex, protagonista de Naranja mecánica, es obligado a mirar contenido “didáctico” para alejarlo de su instinto violento

OPINIÓN

·
María Elena Esparza Guevara / Cuerpo y Alma / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El amor romántico sale caro. No solo por la mercadotecnia asociada al 14 de febrero, sino especial y dolorosamente porque es raíz cultural de la normalización de la violencia de género. En su nombre aprendemos a buscar la mitad que nos complemente, como si no fuéramos ya una persona entera.

Y cuando la encontramos —o creemos que ya— ese mecanismo empieza a operar de forma inconsciente para reprimir emociones que en otro contexto serían válidas —enojo, incomodidad, tristeza— y disfrazar de protección conductas que se acercan mucho más al control, opresión o franca interrupción del ejercicio de nuestra libertad que al amor auténtico.

Recuerdo bien el primer impacto que me provocó la escena donde Alex, protagonista de Naranja mecánica, es obligado a mirar contenido “didáctico” para alejarlo de su instinto violento. Era una adolescente y tuve que cerrar los ojos para evitar el horror de los del actor abiertos por la fuerza de un instrumento metálico.

Aunque la “educación” romántica es, en apariencia, mucho menos forzada, la realidad es que los roles y estereotipos de género incluyen los de la paciente princesa y el príncipe que la salvará. ¡Vaya carga! Es una construcción machista que provoca sufrimiento a mujeres y hombres. La buena noticia es que sí hay escapatoria a lo que me permitiré llamar media naranja mecánica, en honor a Kubrick.

En “El poder de convertirse en persona”, Carl Rogers desmenuza una teoría que sacudió el mundo de la Psicología, hasta entonces dominado por el enfoque freudiano según el cual infancia es destino. En pocas palabras, su propuesta —hoy conocida como Desarrollo Humano— es que nuestro instinto es una tendencia actualizante hacia la plenitud; dadas las condiciones adecuadas, todas las personas podemos evolucionar cada día para ser y sentirnos completas.

El amor, decía Aristóteles, es la voluntad de querer para alguien lo que se piensa que es bueno. Nadie, entonces, podría desearle a su pareja ser parte de la estadística ofrecida el año pasado por el INEGI según la cual cinco de cada diez mujeres mayores de 15 años en nuestro país han sufrido violencia psicológica, la más prevalente desde la juventud hasta la adultez mayor.

Este San Valentín es una buena oportunidad para reafirmar la importancia de enseñar a las niñas y niños de nuestro entorno que son seres completos y encontrar con quién crecer en equipo, como iguales, es uno de los regalos más bonitos de la vida. En resumen, hacer conciencia sobre cómo nos relacionamos en pareja porque, si bien amar es sabroso, no somos frutas para andar a la mitad.

POR MARÍA ELENA ESPARZA GUEVARA
 @MAELENAESPARZA

PAL