COLUMNA INVITADA

No se hagan bolas. Claudismo y Lopezobradorismo

Ingenuidad o cinismo. Lo cierto es que por ahora el “claudismo” significa una sola cosa: la extensión instrumental del lopezobradorismo

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

¿Qué representa Claudia Sheinbaum en esta elección? La continuidad. ¿Para qué vota uno si vota por ella? Para que México siga el rumbo de este sexenio. ¿Cuál es su programa político, su visión económica, sus propuestas sobre seguridad, salud o educación? Parece ser secundario: su misión es ampliar, profundizar y hacer irreversible el proyecto de López Obrador.

No es una opinión editorial; es lo que ella, su equipo y simpatizantes afirman; es lo que sustenta su candidatura, es su oferta de campaña y su programa de acción: ser la prolongación, la custodia, el “segundo piso” del lopezobradorismo, Claudia dixit. 

Más aún, la flamante revocación de mandato será una amenaza permanente con la que AMLO podrá chantajear a su sucesora si ésta no acata las líneas. Si alguien duda de ello, sólo falta ver la forma como el lopezobradorismo capitalino bajó al candidato de Sheinbaum, Omar García Harfuch, e impuso a la favorita del presidente, Clara Brugada. El mensaje es inequívoco: aunque el cargo nominal cambie de manos, el programa, el liderazgo, la legitimidad y la capacidad de movilización masiva las conserva “ya sabes quién”.

Podríamos citar muchas otras señales, como la renuncia de Arturo Zaldívar, que faculta a López Obrador para nombrar a una ministra de la Suprema Corte que no le correspondía a él, sino a la potencial presidenta Sheinbaum. Un caso más del acomodo anticipado de cuadros propios en la futura administración, para garantizar proyecto y control transexenales.

Pese a todo, abundan los analistas empeñados en hacer lecturas forzadas para aclarar qué es un “claudismo”, aunque al menos hoy, sólo vive como hipótesis en su imaginación. La oportunidad más reciente para alimentar estas ilusiones ocurrió el sábado pasado, cuando Sheinbaum presentó un equipo que presuntamente elaborará su plan de gobierno, entre quienes se encuentran personajes tan honorables y destacados como Alejandro Murat.

“Es un equipo ‘plural’”. “Hay perfiles técnicos”. Estos y otros lugares comunes naufragan en medio de la realidad mencionada. El proyecto de Sheinbaum ya está definido y lo definió AMLO: continuar y profundizar la obra de su sexenio. Ningún de la Fuente o Meyer va a tomar ninguna decisión relevante, y menos contraria a lo que determine el caudillo. 

Más aún, en 2018 se usó el mismo método: AMLO se rodeó de uno que otro académico para dar un barniz de sensatez a su campaña ante las clases medias. Éstas creyeron ingenuamente que lo “moderarían”. Una vez en el poder López Obrador hizo lo previsible: los relegó y humilló, como a Urzua o Esquivel, quien presa del síndrome de Estocolmo repite la aventura.

Si gana la presidencia, quizá en algún momento Sheinbaum tenga la necesidad política de romper con López Obrador, como antes hicieron Cárdenas, López Portillo, Zedillo o tantos otros con sus predecesores. Pero para ello - incluso con los instrumentos del Estado formalmente en sus mano - requeriría en los hechos de una base socio-electoral propia, legitimidad propia y liderazgo propio para imponerse. Hoy, todo eso lo tiene prestado. 

Quienes en 2018 creyeron que AMLO se convertiría en demócrata cuando ya fuera presidente, hoy buscan auto-convencerse de que ahora sí llegará “el verdadero cambio”. Ingenuidad o cinismo. Lo cierto es que por ahora el “claudismo” significa una sola cosa: la extensión instrumental del lopezobradorismo. Para que después nadie se enoje con el “no podía saberse”.

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE 

COLABORADOR

@GUILLERMOLERDO

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