Las noticias sobre violencia se suceden a diario. En Ciudad Obregón, Sonora, una fiesta de quince años terminó en matanza la madrugada del viernes 29, con saldo de seis víctimas entre estas, dos jovencitos, cuando la atención del país se encuentra dispersa y acaso mantiene el recuerdo de la masacre de Salvatierra, Guanajuato, perpetrada hace menos de dos semanas, el domingo 17, con saldo de 11 muertos que antes del ataque departían alegres en su posada.
Horrendo el país todo, cierre de año con hallazgos que quizás por lo frecuente motivan la insensibilidad: una fosa con 27 cuerpos fue localizada en Zapopan, Jalisco, apenas un día después de los hechos de Salvatierra; tres días antes, el 15 de diciembre, otra fosa se halló en Ciudad Cuauhtémoc Zacatecas; el 28 de diciembre, otra fosa con restos óseos en Reynosa Tamaulipas.
Inmerso en el somero recuento de lo indeseable, me llega la noticia del fallecimiento del colega, retirado desde 2011, Miguel Cabildo, aquel que nos dio a conocer los esporádicos horrores que conmocionaron al país en los años ochenta y, pienso en particular en la famosa “Masacre del Río Tula”, de la que se cumplirán 42 años el próximo 14 de enero.
Cabildo era un periodista de la vieja escuela. Fue reportero de espectáculos en el Excélsior de Julio Scherer, de donde salió por el golpe echeverrista y se unió a la fundación de Proceso. En la revista asumió la fuente policiaca en los tiempos de Arturo “El Negro” Durazo y, por eso, le tocó cubrir los hechos del Río Tula, que en realidad, fue el hallazgo de 12 cuerpos en una lumbrera del drenaje profundo no en el río.
En los años siguientes, Cabildo no cejó en el reporteo y para 1989 revelaba la implicación de un grupo policiaco-criminal de elite, los “Jaguares”, de Durazo y de manera destacada de Francisco Sahagún Vaca, así como de varios mandos detrás de ese y más crímenes de alto impacto, del narcomenudeo en el centro del país y de los trabajos de policía política que, entre otros casos, se conectaban con el asesinato del periodista Manuel Buendía.
La violencia desbordada, el crimen organizado y el vicio, evidenciado entonces por el valiente Cabildo hizo pública la implicación de mandos policiacos y militares que, por extraño que parezca, en los crímenes de hoy sus relevos generacionales quedan libres de sospecha a resultas de narrativas políticas que con eficacia han sembrado en el imaginario colectivo --y nunca como ahora en la industria del entretenimiento-- la entelequia: “el cartel” o “la delincuencia organizada”, sin más.
La edición digital de Proceso ha destacado otro de los grandes reportajes de Miguel Cabildo, como lo fue el hallazgo de celdas clandestinas y cámaras de tortura de la judicial capitalina, encubiertas tras la fachada de un gimnasio, que quedaron el descubierto en el terremoto de septiembre de 1985.
Conocí poco a don Miguel, coincidimos brevemente en Proceso pues a los pocos meses de haberme integrado a la redacción central, él se jubiló. Era amable, generoso, un buen hombre y un buen reportero. Quise dedicarle estas líneas a manera de homenaje, mientras pienso que en estos tiempos harían falta muchos como él para poder cubrir exhaustivamente la cotidianidad y resistir, no el linchamiento en redes sociales de quienes tienden a defender al poderoso, sino las presiones a la usanza de ese tiempo. Descanse en paz.
Cruzada fallida
Aunque erradicar el monstruo de la corrupción fue uno de los principales elementos narrativos de campaña del presidente Andrés Manuel López Obrador, a solo unos meses de que culmine su sexenio la percepción de los mexicanos no considera que haya habido avances en la materia.
Las últimas mediciones de Consulta Mitofky revelan que el 74.4% de los encuestados observa mucha corrupción en el actual gobierno, situación que se refuerza con aquellos escándalos que tocan desde la esfera pública hasta a miembros de su familia.
Al centrarnos en aquellas polémicas que tienen que ver con el ejercicio de los recursos públicos, las interrogantes hacia varias dependencias no se hacen esperar, sobre todo ante la serie de adjudicaciones sin concurso, o ante aquellas compras cuyo desarrollo deja mucho que desear.
López Obrador solía decir que la corrupción se barre como las escaleras, de arriba hacia abajo y, a la distancia, el dicho no puede dejar de asociarse precisamente con la higiene institucional. Ahí está la serie de contratos que han obtenido empresas relacionadas en el nicho a José Juan Reyes Domínguez, a quien se ha pedido indagar en distintas ocasiones ante sospechas de operar con una serie de compañías que se coordinarían para escalonar precios y simular competencia, con el fin de favorecer a alguna de las integrantes de la presunta red.
El supuesto modus operandi y los resultados obtenidos ya le han valido al personaje ser apodado ‘rey de la limpieza’, y es que en ejemplos como la Secretaría de Hacienda, donde manda Rogelio Ramírez de la O, llama la atención que Limpiacero S. de R.L. fue coronada como ganadora de un contrato por 5.1 millones de pesos mensuales, aunque existe una denuncia en que se asegura que hubo mano negra.
Según el relato de un trabajador, la empresa incluyó en su propuesta información a la que solo tienen acceso funcionarios de la dependencia, aunado a que habría incumplido al integrar la documentación para participar, ya que se habría omitido la descripción de una serie de productos necesarios para desempeñar el aseo durante 2024.
Ante ello, se pidió investigar por negligencia o corrupción a Claudia Nayeli García Hernández Subdirectora de Control y Servicios e Isaura Jannet Alfaro Núñez, responsables de la evaluación. Pero este no es el único proceso donde la empresa ha resultado elegida como proveedora en últimas fechas, ya que acaba de obtener un jugoso acuerdo en la Secretaría de Educación Pública (SEP), que lleva Leticia Ramírez.
POR ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA
COLABORADOR HERALDO RADIO
@ARTURO_RDGZ
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