Hace poco más de seis años, una caravana de migrantes centroamericanos puso a prueba la relación entre México y Estados Unidos.
Y no lo hizo para bien.
Hoy una caravana multinacional que incluye migrantes centroamericanos, sudamericanos, caribeños, y de otras partes, pone de nuevo a prueba el de por sí complicado y ahora más deteriorado y vital vínculo entre las dos naciones.
La caravana avanza desde Chiapas, mientras el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se prepara para recibir a una delegación estadounidense formada por los Secretarios de Estado, Anthony Blinken, y de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, así como Elizabeth Sherwood-Randall, asesora de la Casa Blanca para Seguridad Doméstica.
Aquella caravana, como la actual, dan cuerpo a los argumentos del entonces mandatario y ahora aspirante presidencial republicano Donald Trump, para justificar sus alegatos de "invasión" y fronteras sin control y, por tanto, inseguras.
Trump, en su momento, presionó abiertamente al gobierno mexicano para que frenara la llegada de migrantes a su frontera. El propio magnate ha presumido de haber obtenido la cooperación forzada y el uso de 27 mil soldados para detener a los migrantes en México a través de la amenaza de imponer hasta 25 por ciento de aranceles a las exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos.
Ahora, cuando Trump y los republicanos buscan mostrar al presidente Joe Biden como débil e ineficiente, aluden a la crisis fronteriza, incluso las muertes causadas por el tráfico de drogas, el fentanilo en particular, y la creciente llegada de migrantes indocumentados o peticionarios de asilo.
Para forzar la mano de Biden, la mayoría republicana en la Cámara baja condicionó la aprobación de un paquete de ayuda militar a Ucrania, uno de los principales temas de la polìtica exterior estadounidense, a un severo ajuste en la frontera, incluso el retorno a políticas propuestas por Trump, como la construcción de una valla fronteriza y un programa para obligar a los peticionarios de asilo a esperar la resolución de su caso en México.
La presión ahora es política y en cierto grado económica. Biden se juega la reelección y parece dispuesto a ceder en cuanto a medidas fronterizas para obtener la ayuda a Ucrania.
Un aparentemente fortuito cierre temporal de dos accesos ferroviarios fronterizos puso de relieve el costo económico que puede traer un cierre más estructurado.
El costo sería elevado para los dos países, dada su integración, pero considerablemente mayor para México por tamaños relativos: el comercio bilateral supera los 600 mil millones de dólares anuales y significa 80 por ciento del comercio exterior mexicano.
El estilo de Biden da más espacio al juego político y, por tanto, a ofrecer a sus contrapartes la posibilidad de mostrar que son parte de la decisión y no sólo receptores obligados.
La delegación estadounidense viene a pedir ayuda, pero también a avisar que su gobierno puede y va a tomar medidas que sería mejor tuvieran el concurso y participación mexicanas.
POR: JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
EEZ