MALOS MODOS

El terrorista retratado: "No me llames Josu Ternera"

En España, el escándalo con “No me llames Josu Ternera”, la entrevista con el líder etarra

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En España, el escándalo con “No me llames Josu Ternera”, la entrevista con el líder etarra a cargo de Jodi Évole estrenada por Netflix, ha sido mayúsculo.

Para no ir más lejos, antes de su estreno en San Sebastián se difundió una carta de protesta que firman unas 500 personas entre las que se cuentan algunas de las cabezas mejor amuebladas de España, caso de Fernando Savater; de talentos literarios como el de Fernando Aramburu, el autor de “Patria”; o de familiares de víctimas de ETA, es decir, víctimas de ETA ellas mismas, como Marimar Blanco, hermana de Miguel Ángel, el concejal del PP que fue asesinado por la banda de la manera más indigna y cobarde en 1997, un caso que significó un punto y aparte en la lucha contra el terrorismo.

La pregunta es válida antes y después de ver el documental: ¿debe abrírsele cámara y micrófono a un criminal como Ternera, así, sin más? La respuesta es de pensarse.

ETA fue una organización marcada por una notable cobardía, que intentaba disimular con esa bravuconería de bully melancólico, y por una naturaleza sanguinaria que le costó la vida a decenas de civiles.  Aunque lo niega o matiza, según la pregunta, Ternera fue uno de sus dirigentes durante décadas, y muchos entre los bien enterados dirían que el número uno en periodos extendidos desde los 70.

Periodos, sobre todo, conocidos por atentados de una brutalidad extraordinaria, como el del Hipercor en 1987, un coche bomba en un supermercado que dejó 21 civiles muertos, o aquellos contra cuarteles de la Guardia Civil donde murieron muchos niños cuyo pecado fue ser hijos de los agentes del Estado. 

El propósito de Ternera en la entrevista es “dar su versión”, o sea, lavarse la cara. Bueno: al margen de consideraciones sobre ética periodística, fracasa rotundamente, una consecuencia de sus prodigiosas limitaciones intelectuales y morales. La entrevista es tensa. El periodista lo cuestiona repetidamente, y él no logra sacarle la vuelta.

Todo lo contrario. Al final, nos quedamos con la imagen de un sujeto sin la menor jiribilla verbal, tan rupestre en términos ideológicos como la organización a que perteneció, con esa mezcla de nacionalismo plañidero y socialismo duro, que en términos de empatía.

Sus intentos de convencernos de que le pesan los asesinatos de ETA, tristes pero –viene a decir– inevitables, son verdaderamente patéticos. Leí que le llaman “psicópata”. Tal vez. Nada más que es un psicópata sin el menor sex appeal. Un aldeano cruel, eso vemos en pantalla.

Vivimos bajo la imagen del terrorista luciferino, brillante y maligno, seductor, por gracia de la ficción cinematográfica y televisiva. Con alguna excepción, en el plano de lo real el fanatismo es, nada más, idiota, aburrido e implacable. “No me llames Josu Ternera” tiene ciertamente la virtud de recordárnoslo.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

MAAZ