PORTAZO

Sí, fue maravilloso...

Fue maravilloso haberlos conocido a ti y a José Emilio y disfrutar aquellos años

OPINIÓN

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Rafael Cardona / Portazo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Sí Cristina.

Fue maravilloso haberlos conocido a ti y a José Emilio y disfrutar aquellos años –Excélsior; unomásuno--, cuya mejor imagen hoy es el recuerdo.

Él dijo: “…digamos que no tiene comienzo el mar…” y tu te propusiste cifrar los océanos en la vida en la marea semanal de tus historias interminables. Scherezada.

Veo una fotografía gris del auditorio José Martí junto a la Alameda. Me hiciste el inmenso favor --casi consagratorio-- de presentar mi libro, Por nosotros y por la ciudad.

En la mesa donde estamos tú y yo, están además Arturo Sotomayor, Tongolele, Juan de la Cabada, Martínez Nateras y Joaquín Álvarez Ordoñez, el genial arquitecto.

Con el pretexto de ese título Arturo Sotomayor, sacó un ánfora y varias copitas. Alzó una de ellas, sirvió otras y repartió y brindó por “nosotros y por la ciudad”. Tú y yo y todos reímos y bebimos todos menos Tongolele, siempre abstemia.

Pero aquella mesa maravillosa tuvo una secuencia: con Jacobo Zabludovsky y Humberto Musacchio, entre otros, escribimos y presentamos Voces de libertad, un libro para exaltar la voz de los periódicos cuando se juntaban el pregón y la noticia en la voz del
voceador último eslabón en la cadena de la libre expresión.

O como escribiste en ese libro sobre los desaparecidos “papeleros” en la ciudad de las desapariciones: “…con media noche a cuestas… forrados de hojas, son como árboles que pueden desplazarse y dar a las calles y avenidas una sombra distinta cada día…”

Así lo dijiste aquella tarde en la terraza imperial de piso ajedrezado del Alcázar de Chapultepec, desde donde la ciudad, tu ciudad, se extendía bajo la mirada como confirmando aquella frase de La región más transparente, de Carlos Fuentes, canonizada por ti en la televisión: Aquí nos tocó vivir. Y ahora, morir.

Porque en esta ciudad cuya entraña abrías día con día, Cristina, vamos de muerte en muerte.

Perecieron las lagunas, los ríos y el aire diamantino, se fueron las voces, los amigos, los aromas del pino en el bosque y hasta los bosques mismos. En fin. 

En tus textos la precisión siempre fue característica.

Por eso cuando leí en tú último Mar de historias (esa enorme asamblea de literatura con alas de papel): “…debido a mi precario estado de salud, tendré que suspender mis colaboraciones…” supe que ya no te volvería a ver.  A los pocos días se te apagó la vida.

El mar de las historias se secó; bajó la marea y dejó tu rastro vivo sobre la arena, como un guijarro, como una gota de sal bajo la luz del sol.
 
“… los amigos siempre se van.
Son viajeros en los andenes…” (JEP).

POR RAFAEL CARDONA

COLABORADOR

@CARDONARAFAEL

MAAZ