COLUMNA INVITADA

Hierba mala tarda en morir

"Una vez que hayas estado en Camboya, nunca dejarás de querer golpear a Henry Kissinger

OPINIÓN

·
Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

"Una vez que hayas estado en Camboya, nunca dejarás de querer golpear a Henry Kissinger hasta la muerte con tus propias manos." Esta famosa frase, la escribió el presentador de televisión y chef Anthony Bourdain en su libro “A cook’s tour global adventures in extreme cuisines” (2001) tras haber visitado aquel país del sudeste asiático. La reciente noticia del fallecimiento del ex Secretario de Estado de Estados Unidos fue recibida con mucho consuelo por mucha gente en todo el mundo. No obstante, difícilmente se podría decir que la justiciahizo presencia. Una figura fundamental de la política exterior estadounidense del siglo veinte cuyas decisiones afectaron a millones de personas, se convirtió en un símbolo de una era determinada.

A sus cien años se podría decir que tuvo una vida completa. Incluso en su muy avanzada edad era respetado por la clase política global e invitado a dar pláticas y ofrecer consejos sobre temas internacionales. Ciertamente, su muerte marcó el fin, en un sentido bastante satírico, de una trayectoria exitosa... Esto es lo preocupante del asunto.

Nunca se paró ante un tribunal para ser juzgado por crímenes contra la humanidad; por el contrario, en 1973 recibió el Premio Nobel de la Paz. ¿Dónde quedó la justicia? Se la llevó a la tumba, pues aquí ya es muy tarde para que se haga presente. Él está muerto, es una realidad, pero su impunidad también nos lleva a pensar acerca de la sociedad que le permitió y aplaudió su accionar. No se trata de caer en el argumento de “era un hombre de su tiempo” al momento de tratar de entender su ideología del fin justifica los medios para combatir el comunismo. No obstante, detrás de él había una mentalidad estadounidense sin la que es posible explicar las decisiones de este sujeto.

Kissinger fue, a su modo, el arquitecto de una política que priorizaba los intereses geopolíticos por encima de la ética y la moralidad. Sin embargo, no actuó solo; fue el producto y el reflejo de un sistema más amplio, un sistema que lo celebró y lo elevó a un pedestal, incluso mientras sus acciones generaban repercusiones devastadoras en todo el mundo. Figuras como Kissinger no son anomalías, sino manifestaciones de una época y una mentalidad que, lamentablemente, no desaparecen con su muerte. La impunidad de la que disfrutó hasta su último aliento es un recordatorio de que la justicia, a menudo, es selectiva.

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

MAAZ