ECOS DE LA CIUDAD

Entre la lealtad y la justicia

Vivimos en una época, en la que lejos de reflexionar sobre el daño que nos causa la polarización

OPINIÓN

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Humberto Morgan Colón / Ecos de la ciudad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Vivimos en una época, en la que lejos de reflexionar sobre el daño que nos causa la polarización, la fomentamos y espoleamos. Hay que preguntarnos ¿hasta dónde queremos que nos lleve este antagonismo? o ¿por qué hemos entregado nuestro compromiso moral y lealtad a los grupos ubicados en el espectro de chairos o fifís, para atacar a los que consideramos nuestros enemigos?

Esto, en detrimento de la gran necesidad que tiene el pueblo mexicano, de que se imparta justicia real y de que juntos construyamos una nueva relación, después del gran sisma planetario que representó la pandemia del Coronavirus.

Hoy, cualquier crítica por objetiva que sea, se vuelve viral, además de desatar airadas pasiones y controversias, perdiéndose de vista la necesidad que tenemos de compartir los valores que nos son comunes, en una nación, que se ha debatido entre la invasión española, la colonización, la intervención extranjera, las guerras intestinas, los malos gobiernos y tristemente, lo que parecen nuestras irreconciliables diferencias, entre norteños y sureños, citadinos y provincianos o ricos y pobres.

Richard Rorty en Filosofía y futuro, refiere en su capítulo titulado, La Justicia como lealtad ampliada, diversos dilemas morales que cuestionan grosso modo, el futuro de la democracia occidental, el mundo globalizado y el conflicto entre lealtad y justicia, que permuta en conflictos de lealtades.

Con su contundente pragmatismo, nos lleva a pensar en un supuesto caso, en el que algún familiar es perseguido por la policía después de cometer un crimen y que aun sabiendo la gravedad del asunto, no solo lo escondemos, sino que mentimos para salvar a ese familiar de la acción de la justicia, inculpando a otra persona.

Comenta, que si esa persona inculpada es un vecino o conocido, podríamos sentir algún remordimiento. Pero si es un desconocido, nos dice, que probablemente no sentiríamos ningún pesar, particularmente si esa persona es de otra raza, de otra clase social, de otra religión y yo añadiría, si es chairo o fifí. Esto, no solo no nos acongojaría, sino que probablemente lo disfrutaríamos.

Esos conflictos y lealtades, se muestran de manera cruda en cualquiera caso de corrupción, pues no importa cuál sea la gravedad o los montos del desfalco, los partidarios de los gobiernos en los que militan los presuntos responsables, trataran de minimizarlo e incluso confrontarlo con otros escándalos de los adversarios, de ahí frases como: Pero el PRI, robo más…, u otras similares, que en lugar de exigir sanción o castigo por las responsabilidades de esos políticos, se les exculpará de facto y serán llevados al estatus de víctimas por sus correligionarios.

No obstante, en el caso contrario, se exigirá que caiga todo el peso de la ley sobre ellos, además de ser calificados como inmorales e hiper corruptos. Adicionalmente se identificará a todos lo que coinciden con esa orientación política como iguales, sin importar que haya personas con una probidad reconocida públicamente.

Por el momento, es el México que tenemos, el que estamos forjando y el que heredaremos, si no cambiamos, a nuestros hijos y nietos. Aún así, tenemos la desfachatez de preguntarnos ¿porque vivimos en este clima de inseguridad y desorden, de inmoralidad y de decadencia?

Cuando somos los directamente responsables de fomentar con nuestro desprecio a la ley, la falta de castigo que merecerían los que dicen representarnos, pero están dentro de nuestro núcleo ideológico.

POR HUMBERTO MORGAN COLÓN

COLABORADOR

@HUMBERTO_MORGAN

MAAZ