HIEL Y MIEL

¿Y mi palabra es la ley?

Con enorme preocupación enfrentamos hoy en nuestro país una ola de violencia

OPINIÓN

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Tere Vale / Hiel y Miel / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Con enorme preocupación enfrentamos hoy en nuestro país una ola de violencia que cubre prácticamente a todo el territorio nacional. 174 mil asesinatos (por ahora) tan solo en este sexenio, más de 40 mil desaparecidos (y contando…) brutales enfrentamientos, ataques a balazos, colgados, decapitados, acribillados, cadáveres tirados en carreteras y, hace unos cuantos días, en el colmo del horror, un enfrentamiento entre un grupo de sicarios y una población hastiada de la impunidad que hemos sufrido todos de una o de otra manera.

Un poblado, Texcapilla del Municipio de Texcaltitlán, en el Estado de México, lo ejemplifica todo: asolado por delincuentes que cobran derecho de piso, roban, hostigan, asaltan, matan y agreden ante (en este y en la mayoría de los casos) la parálisis total de las autoridades. ¿Vivimos realmente en un Estado de Derecho?

Peor aún, la autoridad explica a la ciudadanía que los estados de la República donde hay menos violencia —donde no hay homicidios, dice el presidente— son aquellos donde no hay disputas entre varios cárteles de la droga y solo una organización criminal domina a las demás. Para decirlo claro, al parecer la pacificación del país depende, según los que nos gobiernan, de que un solo cártel triunfe y sea dueño y señor de nuestra nación. Repito la pregunta ¿vivimos en un Estado de Derecho?

Creo firmemente que la ley es sencillamente la ley y que el tan cacareado Estado Derecho se da cuando personas, gobernantes e instituciones están sometidos a leyes acordadas por todos y que se hacen cumplir por igual al ser compatibles con el respeto a los derechos humanos. Como se dice mucho y se cumple poco en nuestro país: nadie puede estar por encima de la ley, absolutamente nadie.

La claudicación o complicidad frente a la delincuencia no cabe en una forma democrática de organización humana y puede orillar —en situaciones límite— a que una ciudadanía cansada de los abusos comience a hacerse justicia por su propia mano. Esto hay que decirlo fuerte y claro y nos debería de dar mucho miedo.

El Estado, dice Max Weber, es la única entidad que debe ejercer la autoridad y por lo tanto la que debería tener el monopolio del uso legítimo de la fuerza. El crimen organizado o desorganizado, las milicias irregulares o los narcos tienen que ser combatidos con la ley en la mano y con los recursos y herramientas con que el Estado cuenta para efectivamente conseguir que se cumpla la ley.

La violencia no se combate con violencia, se combate con la ley en la mano y es indispensable que esto se dé para que tengamos certezas y seguridad como ciudadanos. Lamentablemente no se está logrando.

Sin embargo ¿qué es lo que vemos ante tanta brutalidad? pocos reclamos, pocas exigencias, pasividad y por momentos hasta el atisbo de una sociedad autodestructiva que camina hipnotizada hacia el precipicio. Ni complicidades ni el ojo por ojo, simplemente el reclamo de que el gobierno asuma sus responsabilidades a cabalidad y que se cumpla la ley. No más.

POR TERE VALE

COLABORADORA

@TEREVALEMX

MAAZ