LA ESCENA EXPANDIDA

La diplomacia desde el teatro

La novela “El salvaje” de Guillermo Arriaga, fue llevada a escena por David Gaitán. En el medio del teatro mexicano y de la intelectualidad, se le reconoce por ser la obra más sobresaliente de la oferta del Festival Internacional Cervantino, que también se pudo en la CDMX

OPINIÓN

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Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El talento y el dominio que tiene David Gaitán (Ciudad de México, 24 de julio de 1984)  de la literatura dramática y la creación escénica. Su nuevo viaje fue a las entrañas de la novela “El salvaje”, de Guillermo Arriaga (CDMX, 13 de marzo de 1958), famoso internacionalmente por su trabajo en el cine, como guionista y director, y sin duda alma de los éxitos del cineasta Alejandro González Iñarritu, con las cintas “Amores perros”, “21 gramo” y Babel”.

Arriaga también trabajó como escritor en “Los tres entierros de Melquiades Estrada” (2005), dirigida por Tommy Lee Jones, así como de “El búfalo de la noche” (2007), dirigida por Jorge Hernández.

Digamos que resplandeció en Hollywood, un hecho difícil de superar en términos mediáticos, sin embargo, Arriaga brilla también por su literatura.  De entre los muchos libros que ha escrito, el que nos ocupa hoy es “El salvaje”, del que el director y dramaturgo David Gaitán hace una adaptación y versión escénica, que se adentra en esas historias paralelas del hombre que se aísla en el bosque y, por otro lado, el joven al que se le muere la familia entera, entre ellos su hermano asesinado, y siente una profunda necesidad de venganza.

Créditos: (FIC)

En una colaboración con el gobierno alemán, el director mexicano se ciñe a criterios que tienen que ver con la diplomacia mexicana que, en este caso, se congracia con el gobierno de Alemania, con la intención de hacer visible la hermandad de aquel lejano país y el nuestro. En ese sentido, no podemos dejar de ver al talentoso director acortado por una propuesta institucional de dos gobiernos, que deben hacer presencia diplomática en el marco de un decaído Festival Internacional Cervantino, que recién terminó sin pena ni gloria.

La versión teatral de “El salvaje”,  de Gaitán se conoce en el medio del teatro mexicano y de la intelectualidad, por ser la obra más sobresaliente de la oferta del Festival Internacional Cervantino. Nosotros pudimos verla en el Teatro del Bosque “Julio Castillo”, en el Centro Cultural del Bosque, el 7 de noviembre, en la extensión del encuentro artístico en la CDMX.

La adaptación de la novela que hace Gaytán implica una traición a la obra original, escrita por Arriaga. Eso ocurre en toda interpretación de una obra preexistente. En este caso la vemos como inspiración para que el director de escena juegue con diferentes elementos, y hable sobre la violencia, la violencia de género, de la posición de la mujer en el discurso patriarcal que asume su defensa, las hipocresías de los discursos que moralizan todo aquello que es del ámbito de la naturaleza y la condición humana; así como la pulsión de la muerte y la obsesión por la venganza.

Están ahí los elementos del discurso, provocativo y, en este caso, conservadoramente un poco fuera de los límites de lo políticamente correcto. Digamos que no va hasta las últimas consecuencias, y la atmósfera de la novela se diluye en el trabajo escénico, actoral, con el que David alumbra la nueva obra artística.

 En un escenario lleno de muebles viejos que evocan el paso del tiempo, nos habla de la memoria empolvada y llena de plumas de aves salidas de almohadas. En ese caos espacial, y con un telón que divide y supone el paralelismo de dos historias que corren casi al mismo tiempo, la obra enunciada en español, alemán e inglés (caos lingüístico), se abre paso en el nicho de un teatro altamente pretenciosa y esnob, y se coloca bastante bien en manifestar hermandad entre Alemania y México, lo que resulta más artificial que necesario para la puesta en escena.  

Son de esas propuestas hechas para ser aplaudidas, que no admiten cuestionamientos tan profundamente cultas, dirigidas a un público cosmopolita, erudito y si no lo es que sepa fingir que lo es. Y eso es algo que sale muy bien en nuestro teatro. Aplaudir lo que creemos novedoso, atrevido, vanguardista, de ruptura

Créditos: (FIC)

El texto en alemán, español e inglés se vuelve una fórmula para hacer reír. Como si jugáramos a ese acertijo de niños llamado “caras y gestos”. Y de ahí la combinación de las lenguas anglosajona, alemana y mexicana. El inglés como un auxiliar de comunicación entre dos lenguas que se ignoran una a otra, y que se resuelve con el subtitulaje enajenante.

Un montaje que alcanza su punto más alto en términos artísticos, cuando un actor baila y, por un momento, el caos de las escenas y las lenguas mezcladas se detienen, y admiramos la notable tradición del estudio del cuerpo que tiene el histrión alemán, heredero de uno de los movimientos de la danza contemporánea más importantes del siglo XX: la danza teatro alemana.

Ese momento de éxtasis, en el que la música del piano, el sintetizador y las percusiones, hacen vibrar el organismo del cuerpo del performer, para llevarlo a la apoteosis del trance que nos habla de la profundidad del placer, del goce y de la liberación absoluta, en el que las palabras ya no caben.

Un momento que se disfruta y en el que se siente la fuerza de la escena sin los compromisos de la diplomacia subyacente a la pertinencia de la puesta en escena por encargo. Digamos que, si de diplomacia se trata, el objetivo se cumplió. La extensión del Festival Internacional Cervantino, con esta obra considerada como lo mejor del encuentro artístico, llegó a la Ciudad de México y nos permitió estar ahí y compartir ese espíritu esnob, manifiesto en la vestimenta, las actitudes corporales plenas de excentricidad y el cosmopolitismo de los invitados europeos, imitados por una buena parte de los notables mexicanos que, en trajes negros, degustan vino y platican en diferentes lenguas, en el vestíbulo del gran Teatro Julio Castillo.

POR JUAN HERNÁNDEZ
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