LA MANIGUA

Los infieles

A través de la fe y las necesidades espirituales de países y sociedades se construyen templos, en virtud de ideas que van dando forma a los pensamientos, a las ideologías, al quehacer social

OPINIÓN

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María Ghersi / La Manigua / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La palabra “infiel” tiene muchos significados y cada cultura o comunidad la adopta cómo la historia la ha adecuado a sus principios, formas de vida, criterios históricos y, por supuesto, como la moral que la ha soportado. Es una palabra ruda, lastimosa, que castiga sin clemencia a personas, comunidades y países, dependiendo de la religión y de la crianza que hayan tenido. Aplicada sólo al ámbito religioso, apunta también a aquel que posee dudas o rechaza principios centrales de una religión o no posee creencias, falta de constancia o firmeza, bien sea en los afectos, las ideas, las obligaciones o los compromisos. Es decir, en términos generales, de una forma u otra, infieles somos todos; si es que con estas definiciones se puede acudir al menos la forma en que vemos un genocidio llamado “guerra” y “defensa de una patria” y cómo condenamos los hechos sin tener constancia del transcurso de los mismos.

A través de la fe y las necesidades espirituales de países y sociedades se construyen templos, en virtud de ideas que van dando forma a los pensamientos, a las ideologías, al quehacer social. El diseño de las primeras catedrales, iglesias, templos, palacios y mezquitas, reflejan lo que plantea cada una de ellas y a qué se someten para llegar a un supuesto “lugar prometido”. Los arquitectos de esos santuarios tuvieron razones para hacer espacios que dibujaran la historia, sintieran la misión de cada una y la fisonomía de cada creencia. Los ciudadanos se adecuaron a ellas y el espacio religioso siempre fue un asidero para millones de almas que creen en la fidelidad, la practican, la honran, actúan en función de sus principios y creen en ellos como piedras inamovibles en sus propósitos de vida. En general, los seres humanos no somos así, quienes creen en la libertad menos, donde las religiones son en general jueces y parte de un pensamiento sumamente rígido y al tiempo acomodaticio. Solemos mirar los espacios sin analizarlos, ocupamos las ciudades sin notar el por qué de sus monumentos y así leemos y así pensamos, podría decirse, que de manera infiel; superficialmente, sin constancia, sin carácter, sin espíritu, opinamos carentes de sustancia.

Esto va más allá de cualquier límite en los países donde la religión dicta las razones políticas y así se dirigen las acciones de Estado y esto provoca una serie de confusiones al exterior y a la opinión pública muy lamentables. Más allá de las diferencias más visibles, hay un mundo profundo que incluye en todas las facetas a la espiritualidad, o como quiera que se defina, y si nos preocupáramos por analizar a fondo todo este contexto, seguramente podríamos entender una historia donde nuestra opinión no es que no valga, es que no tiene ningún tipo de utilidad en razón de ideologías y culturas que desconocemos.   

La infidelidad también es aquella que nos hace decir una cosa y hacer otra, encumbrar causas y dejarlas a la mitad en el escritorio de las redes y el ego. La infidelidad es para unos traicionar parejas, amigos, proyectos, ocupar cargos que no se merecen, para otros es cobrar por no hacer nada, tirar la piedra y esconder la mano, ser juez y parte, condenar sin saber, afirmar sin estudiar. Viendo la autopista de la información, ser infiel en estos tiempos, es no honrar la palabra y esta es una costumbre a la que recurrimos todos para evadir una realidad que nos atropella. A fin de cuentas, ser infiel es dudar.

La evasión, principal fuente de desvío de nuestros pensamientos espirituales, donde la empatía no alcanza y los medios de comunicación, una vez más se han asistido de ella para mentir y ocupar “ratings” que no construyen nada, ni opiniones, ni análisis, ni verdades que puedan ser discutidas. Hoy el genocidio nos ocurre por dentro, lo sabemos, lo evadimos, somos infieles jugando a fieles, posicionamos en redes sin saber, o al parecer sufriendo por algo que realmente no podemos dimensionar. Este es otro momento de la historia del mundo en que las próximas generaciones recordarán como si nada, como si todo, leyendo frivolidades mientras países lejanos se hunden y los propios celebran campañas y “vivas” mientras niños inocentes mueren y no pueden ser contabilizados debajo de los escombros de un lugar sombrío. Fieles matando a fieles, religiones usurpando el espíritu de otras, medios opinando sin congruencia alguna, Estado matando a civiles, religiones rogando por la paz de los otros, mujeres y niños fieles e infieles tildados por el terrorismo fiel del Estado y el terrorismo fiel al odio. La religión en nombre de todo, lo que hacemos y como vemos el mundo. Tortura fiel, justificaciones al aire, muerte y crueldad con empatía de pocos. Marchas y gritos que no detienen nada, posturas y renuncias políticas que no terminaban por abonar a la paz.

Las cúpulas de los templos diseñadas para adorar a un Dios, hoy a nadie, a nada. Infieles, ¿quiénes son ahora? los que recurren a la “razón”, quienes se sostienen en la crítica, aquellos que saben que la duda rodea a todo, fundamentalmente más, cuando ese todo está sumergido en el mundo de las ideas y de las ideologías. Ojalá todos fuéramos Infieles.

POR MARÍA CECILIA GHERSI PICÓN. 
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