PASIÓN POR CORRER

Avanzar y retornar

Además de todo esto, y de la extraordinaria organización del evento, siempre he pensado que este tipo de carreras nos permite apropiarnos de los espacios públicos

OPINIÓN

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Rossana Ayala / Pasión por Correr / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Dice Gaia Pascale en su libro “Correr es una Filosofía”, que las historias de los corredores tienen algo en común a la pregunta: ¿Por qué corres? Ninguno es capaz de dar una respuesta concreta. Alguno se atreve a lanzar una hipótesis banal, otros no responden, pero la gran mayoría acaba reconociendo “porque me gusta”. Y es verdad, corremos porque nos hace sentir bien, nos aporta felicidad, salud, fuerza y condición.

También nos damos cuenta que esta afición por correr pone a prueba nuestro corazón en más de un sentido. Cuando participamos en carreras con alguna causa solidaria, ya sea la lucha contra el cáncer, la carrera de la Cruz Roja, afortunadamente ya se organizan muchas de este tipo, el corazón y la satisfacción se engrandecen porque, con las inscripciones, se recaudan fondos para estas causas; dedicamos, además, algunos kilómetros a quienes tal vez no pueden hacerlo y, sobre todo, nos permite ver el mundo más allá de nuestras narices.

Participar en una carrera con una causa solidaria supone para un corredor un extra de motivación, porque dedicar tu esfuerzo a otro siempre produce mucha más satisfacción, y es una razón más para correr. Un ejemplo es la carrera de los 10K de Ternium, que el pasado fin de semana celebró sus 15 años de correr con causa en Monterrey, y en la que además tuve la oportunidad de participar y disfrutar junto a poco más de cinco mil corredores.

Además de todo esto, y de la extraordinaria organización del evento, siempre he pensado que este tipo de carreras nos permite apropiarnos de los espacios públicos: No es lo mismo transitar por las calles entre autos, que correrlas y sentirlas con los pies; percibir su aspecto desde un punto de vista muy distinto al cotidiano. Las ciudades son diferentes con los humanos como únicos dueños. Para mí, haber corrido por el moderno San Pedro Garza García, fue una doble emoción: primero porque descubrí un lugar que ve hacia el futuro; y segundo, porque pisar de nuevo las avenidas regias fue todo un reencuentro con mi pasado estudiantil.

Y es que también hay momentos en la vida que correr se convierte en algo extraño y misterioso. Hace 30 años mi pasión por correr tomó forma durante los 10 años que viví en Monterrey. Ahí inició un viaje que no terminó con cruzar una meta. Desde entonces, por muchas razones, no había regresado al lugar donde nacieron tantos sueños: unos los cumplí, otros no, pero con el tiempo mi amor por correr creció y, al igual que todos los amores, ha pasado por sus crisis y alejamientos. Este fin de semana la carrera me dejó una nueva lección: Que correr también es un continuo regresar, un eterno volver a empezar que, aunque el mundo está ahí delante de nosotros para descubrirlo, siempre, en algún momento, sentimos la necesidad de retornar a casa.

POR ROSSANA AYALA

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