Acudí al 18 Congreso de la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África (ALADAA), en San José de Costa Rica. Me dio gusto reunirme y escuchar a una gran cantidad de colegas, especialmente a los dedicados al estudio de Japón.
Como es común en estos foros, uno puede encontrar desde investigaciones originales que aportan al Estado del Arte del tema, hasta las que en términos de investigación aplicada (solución de problemas) tienen una utilidad nula.
Sin restarle importancia, tal parece que, en las Ciencias Sociales o los estudios regionales, tenemos que abordar los temas de manera estética, artística o histórica, y mantenernos alejados de la problemática del desarrollo o de las relaciones económicas y comerciales de nuestro país con la región del Asia Pacífico.
Me parece que el mundo ha cambiado y que este enfoque trastorna la necesidad de responder a los grandes retos que el país enfrenta en la región en varios frentes, desde la respuesta a la necesidad de diversificación comercial, hasta el acompañamiento del sector empresarial, pasando claro, por el tema del desarrollo que tendría que verse reflejado en demandas por un mayor grado de especialidad y capacitación técnica.
Al respecto, me gustaría mencionar lo que hace la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) en América Latina, a través de sus cátedras JICA, estudios del desarrollo japonés en las cuales se comparte la experiencia de modernización de Japón.
En el marco del Congreso de ALADAA, se llevaron a cabo una serie de actividades en donde se divulgó lo que cada uno de los países participantes han realizado desde hace 3 años en materia de desarrollo. Vale la pena mencionar lo que hace Guatemala, con actividades a través del aprendizaje activo y respuestas muy específicas a la problemática de ese país por parte de alumnos que cursan una materia de su plan de estudios vinculada a la cátedra JICA; o bien, el nivel de especialización en materia de gestión empresarial japonesa que los bolivianos han incorporado en una de sus más prestigiosas escuelas de negocios, que se traduce en transferencia de conocimiento sencillo de implementar en el sector empresarial de ese país.
Otro gran esfuerzo es el que ha desarrollado la Universidad Nacional de la Plata, Argentina en agrupar a una gran cantidad de expertos sobre Japón que comparten sus experiencias y participan en la solución de problemas bajo un esquema integrador y multidisciplinario.
Al final de todo, fue como experimentar una realidad paralela, ya que, por un lado, escuchaba las grandes investigaciones de expertos reconocidos y por otro, a profesionistas comprometidos con el desarrollo de sus comunidades y que implementan esquemas muy prácticos a partir de la experiencia japonesa.
Hubiera sido un gran acierto juntar ambas visiones con el objetivo de desarrollar líneas de investigación aplicada partiendo de la realidad local, las capacidades y condiciones económicas de cada país para lograr cumplir los objetivos establecidos. Nos dejan tarea nuestros colegas de las cátedras de JICA en América Latina: básicamente implementar las mejores prácticas globales en materia de desarrollo y solución de problemas derivados a partir de nuestra realidad.
POR: ADOLFO LABORDE
PAL