MALOS MODOS

"Crónicas de un dandy", de Trino

Una pregunta que me hacen frecuentemente es de dónde me viene esta personalidad de dandy

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Una pregunta que me hacen frecuentemente es de dónde me viene esta personalidad de dandy; esa manera impecable, aristocrática, de comportarme en sociedad; ese savoir faire, pues. Ok: la espera ha terminado. No quise revelar el secreto antes, por respeto a la privacidad de un tercero. Todo cambió. Es momento de hablar, para citar a una clásica, a calzón quitado.

La razón por la que el Doctor Patán se ha convertido en un icono del dandismo es que tiene un gurú para estos menesteres. El gurú, un viejo amigo, es el extraordinario Trino, el monero, que ahora revela sus secretos en un libro: “Crónicas de un dandy”. 

¿Qué aprendió su doctor de cabecera de Trino, es decir, que van a aprender ustedes tan pronto corran a comprar el libro? Haría falta una enciclopedia para decirlo, pero van algunos ejemplos. Aprendió que es correcto cederle tu abrigo a tu acompañante si tiene frío, pero que antes es fundamental cerciorarse de que no huele a col agria.

Esto no lo dice Trino, pero me parece que lo suscribiría: es de especial importancia que tomen nota de este consejo en la cámara de diputados. De los dos consejos: que cedan el abrigo, en vez de chingárselo, y que lo laven de vez en cuando. 

Más aprendizajes: que no es correcto embolsarse puñados de Splenda en el Starbucks (ojalá nuestro gurú especifique en la segunda edición del libro cuál es el monto aceptable de sobres expropiados, aunque el doctor Patán piensa en unos cinco); que no es adecuado decirle a tu cita “atáscate que hay lodo” si pide una tremenda cantidad de platos en el restaurante; que el pescado de hielo del bufet no es para comer, sino para enfriar los camarones; que, si visitas a alguien en el hospital, no es propiamente de etiqueta decirle “Ya vi en el reporte médico que mañana le van a checar la tubería” (la próstata es un tema delicado); que, con toda franqueza, te delata confundir un corta puros con un “cortaúñas cubano”, y que si convocas a una fiesta en tu casa, no debes pedir una “coperacha de 200 pesos”.  

Sí, estimados lectores, su día a día está a punto de cambiar, para muy bien. Me permito terminar con una nota autobiográfica, con mis disculpas de antemano. Si el gurú hubiera llegado antes a mi vida, hubiera sabido a tiempo que no era correcto pedir una birria en el restaurante de Ferrán Adriá.

Hace años que cerró El Bulli, de manera que ese peligro está irremediablemente conjurado para mí y, ay, para cualquiera, pero la amistad de Trino llegó tarde: la verdad es que a su doctor de cabecera le negaron el acceso mucho antes de que cerrara ese laboratorio del gusto. En retrospectiva, no puedo reprocharle nada a los de seguridad que me pusieron en la calle. Fue innecesario lo de “Una orden de birria. No deconstruida, por favor”. 

Termino con una sugerencia para el tomo 2: prólogo de Martha Debayle. 

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

MAAZ