El dilema del electorado argentino durante el pasado proceso electoral, implicó la disyuntiva de elegir entre dos opciones igualmente inconvenientes: un salto al vacío, de la mano de un líder excéntrico, con la esperanza de que una rama te detenga antes de caer en un abismo más profundo; o seguir padeciendo un viacrucis insoportable de carencias, en medio de una prolongada crisis económica, agravada por los excesos y la corrupción del gobierno peronista.
El mensaje y las lecciones de la jornada electoral argentina, contiene un mandato de cambio profundo que va más allá de la alternancia en el poder; de hecho, en cierta forma, actualiza la exigencia popular de las manifestaciones en contra de la clase política al grito de “que se vayan todos” y acerca las tesis económicas de la Escuela de Austria, en la que se formó Javier Milei, autodefinido como libertario y que “considera al Estado como un enemigo”.
Sin embargo, el resultado electoral obliga a repensar el sentido del cambio, a acotar las expectativas y a buscar los consensos y alianzas que le den viabilidad al nuevo régimen. Javier Milei va a encabezar un gobierno con un congreso dividido y minoritario, la fuerza de la coalición La Libertad Avanza solo cuenta con un 15% de apoyo, su futuro político depende de una alianza sólida con las fuerzas que lo apoyaron en la segunda vuelta y la distinción con sus opositores.
Dado el estrecho margen de maniobra para resolver la severa crisis económica que afecta a los argentinos, no es momento de locuras. La pobreza ha aumentado un 40%, la inflación alcanza el 140% y la deuda pública se ha multiplicado, hasta convertir al país austral en el mayor deudor del Fondo Monetario Internacional.
Hay razones para esperar un cambio positivo en un país tan querido y tan sufrido. Por un lado, las elecciones han mostrado la fortaleza de su sistema electoral y la voluntad democrática del pueblo argentino, las elecciones primarias y la segunda vuelta siguen siendo dos referentes para definir el acceso democrático al ejercicio del poder. Por otro lado, el talante democrático de los contendientes, en especial de Sergio Massa, al reconocer su derrota aún antes de que la publicación de los resultados oficiales; y la moderación de Milei en la segunda vuelta, si como la actitud con la que encaró la victoria y el llamando a todos a emprender los cambios que necesita el país, anticipa un clima de entendimiento, aún sea por sobrevivencia.
México tiene mucho que aprender de la transición argentina. Es imperativo detener la deriva autoritaria y populista, evitar los excesos y el extravío del gobierno peronista, que muestran claramente el camino que no debemos seguir si queremos evitar la pobreza y sufrimiento que hoy lastima a nuestros pueblos.
Las elecciones del próximo año, representan una oportunidad para lograr el cambio de rumbo que necesita nuestro país, para impulsar un gobierno de coalición y nuevas reglas electorales con elecciones primarias y segunda vuelta electoral.
El 2024 será un parteaguas para definir el futuro de Mexico. Por lo pronto, mucho ayudaría desarrollar el proceso electoral con legalidad, contener los abusos de poder del gobierno y su partido y tener la certeza de que el gobierno aceptará los resultados electorales, aunque no le favorezcan.
POR MARCO ADAME
Analista y Consultor Político
MAAZ