COLUMNA INVITADA

Preocupaciones sobre la ciencia

La ciencia, como motor de cambio y desarrollo, ha ofrecido a la humanidad herramientas

OPINIÓN

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Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

La ciencia, como motor de cambio y desarrollo, ha ofrecido a la humanidad herramientas que pueden alterar no solo nuestro entorno inmediato sino la esencia misma de la vida y la sociedad. La clonación, una vez relegada al reino de la ciencia ficción, hoy se sigue debatiendo en los foros éticos y científicos.

La edición genética, que promete curar enfermedades hereditarias, también nos enfrenta al dilema de la “perfección” genética y a la posibilidad de un nuevo tipo de eugenesia. Por último, está la guerra, siempre presente en la historia humana, encuentra en la tecnología un nuevo campo de batalla donde los ciberataques pueden ser tan devastadores como los misiles. La bomba atómica demostró la capacidad bélica de dicho “progreso”.

Hay que cuestionar las estructuras de poder y cómo estas se ven influenciadas por la tecnología y la ciencia. Se podría argumentar que el desafío radica no solo en el potencial de la ciencia para transformar, sino en nuestra capacidad colectiva para controlar y dirigir ese poder hacia fines que beneficien a la humanidad en su conjunto y no solo a unos pocos. Esta es la esencia de su preocupación: la falta de garantías de que el progreso científico se maneje con sabiduría y precaución.

Un error que se comete al momento de pensar en la ciencia es el de considerarla neutra. Está incrustada dentro de estructuras de poder y marcos económicos, como el mercado libre, que no siempre alinean el progreso científico con el bien común.

La maximización del crecimiento económico y el beneficio, cuando se convierten en los únicos árbitros del desarrollo científico, pueden llevar a resultados negativos para la sociedad. Hoy se debaten en las ágoras de la ética y la ciencia, demostrando que la frontera entre el creador y el destructor es, a menudo, tan difusa como la línea entre la utopía y la distopía.

La tecnología ha transformado la guerra en un ajedrez de ciberataques y drones, demostrando que la capacidad destructiva del hombre avanza a la par de su ingenio. La bomba atómica es solo un recordatorio sombrío de esta verdad.

El verdadero dilema, entonces, no yace en el potencial transformador de la ciencia, sino en nuestra habilidad, o más bien en nuestra incapacidad, para manejar este poder con la sabiduría y precaución que requiere. La ciencia, lejos de ser una entidad neutral, está incrustada en las estructuras de poder y modelos económicos que rara vez priorizan el bien común sobre el beneficio y el crecimiento económico.

Esto nos lleva a la reflexión cínica pero necesaria: ¿es la humanidad realmente capaz de dirigir el progreso científico hacia un fin que beneficie a todos por igual, o estamos condenados a ser meros espectadores donde la ciencia, en su búsqueda de respuestas, termina planteando preguntas que ponen en jaque nuestra propia existencia?

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

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