El próximo domingo Argentina asistirá a las urnas en medio de una prolongada crisis económica.
El síntoma del hartazgo de esta sociedad tiene un nombre: Javier Milei, líder de la Libertad Avanza, cuya irrupción mediática estuvo, desde el comienzo, marcada por su tono astringente y una innegable capacidad de insultar y vilipendiar a una clase dirigente sobre la que pesa más de una década de fracasos.
Pese a que su perfil coincide en algunos aspectos con otros liderazgos de extrema derecha surgidos durante los últimos años, Milei plantea algunas novedades.
Su propuesta anarco-liberal representa un experimento social de pronóstico reservado.
La incapacidad de Milei para explicar cómo volverá realidad sus dogmáticas propuestas, entre las que destaca cerrar el Banco Central, hace que muchos nos preguntemos ¿por qué hay tanta gente dispuesta a votarle pese a su evidente incapacidad política y emocional?
En encuentros casuales con personas que han votado a Milei se repite un argumento preocupante.
Y es que lejos de negar las dudas que despiertan sus propuestas se suele afirmar que “si todo estalla, mejor”.
¿Cómo llegó esa sociedad a esta disyuntiva?
Explicaciones hay muchas, pero es evidente que la política no ha podido, hasta el momento, ofrecer una alternativa para la crisis que se vive en territorio argentino.
Milei es el castigo, la venganza de un electorado defraudado y poco importa lo que diga. El medio es el mensaje y Milei parte favorito para ganar la segunda vuelta electoral.
El factor psico-social asociado al “voto Milei” hace todo más complejo.
El domingo pasado vimos a Sergio Massa, candidato oficialista y ministro de economía, dejar en ridículo a su contrincante.
Sin embargo, lejos de que esto se tradujera en un incremento en la intención de voto, los últimos sondeos parecen reportar una pérdida.
Es acaso que la sociedad argentina se identificó con ese pobre hombre, evidentemente superado por la insospechada situación de estar a un paso de la Presidencia y maltratado en público por un político de carrera como Sergio Massa.
Lo cierto es que estamos fuera de la cartografía política conocida.
Una buena parte de la sociedad argentina ha salido a expresar su rechazo a Javier Milei: opositores, artistas, clubes de futbol y hasta las seguidoras de Taylor Swift.
No es claro que alcance, pero los anticuerpos generados al calor de la defensa de la democracia se han activado. Argentina decide, pero el mundo mira.
POR ADRIÁN VELÁZQUEZ
PAL