LA NUEVA ANORMALIDAD

Oz, Ociel y la fractura

México es ejemplo de aquello que Amos Oz señala como debilitadores de la democracia, si se piensa en los precandidatos presidenciales, en la militarización del país y en la fractura social

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“Los límites entre política y entretenimiento están difuminándose ante nuestros ojos. El mundo está convirtiéndose en una suerte de jardín de niños global. Lascualidades que precisa un candidato para ser elegido son antitéticas a las que necesita para gobernar”, advierte Amos Oz en Dear Zealots (2017, aun por traducirse al español), colección de ensayos sobre el fanatismo y otras cosas que minan el pacto democrático. 

Comencé a leerlo en pos de respuestas sobre Medio Oriente; terminé topándome con preguntas no sólo sobre ese contexto sino sobre lo que acontece en mi país. Mis reflexiones sobre los esencialismos identitarios se vieron interrrumpidas de súbito por la imagen de los precandidatos que contienden por partidos de oposición en México: una tiktokera que se pone apodos y desafía a sus seguidores a ejecutar coreorgrafías, otro que suelta bravatas y baila quebradita con su esposa influencer. Poco hay en lo publicado que distinga de Érika Buenfil a una, al otro de Luisito Comunica. De esaspersonas depende el futuro de nuestra democracia.

Digo democracia porque la alternativa a ellos no lo es, si entendemos democracia como división de Poderes y rendición de cuentas. A diferencia de los otros contendientes, la precandidata puntera se esfuerza por parecer gente seria, al punto de la solemnidad; ello no la exime, sin embargo, de representar un proyecto que ha avanzado ya en la destrucción del sistema público de salud y en la precarización de la actividad científica y cultural, en el debilitamiento del Poder Legislativo y los organismosautónomos, en la militarización del país más allá de la seguridad pública, y que hoy amenaza con hacer del Poder Judicial mera comparsa.

Una retórica por turnos cursi e incendiaria (pero siempre resentida), un uso indiscriminado de recursos públicos para la fidelización, y las francas indolencia e ineptitud de susadversarios han dado a ese proyecto un poder que cada vez se antoja más omnímodo: uno que coopta liderazgos y vocesotrora disidentes (y acaso legítimos), uno que ahoga losdisensos al erigirse en vía única de acceso al poder. Asombraleer a periodistas que uno tiene por críticos ponerse a analizar desde dentro los rejuegos de poder del partidazo, como en tiempos del PRI hegemónico.

De repente el asesinato de Ociel. Que podrá ser crimen de odio o “pasional” –aunque la investigación sea prístina siempre cabrá la duda– pero cuyas reacciones evidencian la fractura. Como los estudiantes en el 68, como las mujeresdesde 2018, antier quienes viven la sexualidad desde la disidencia advirtieron no sentirse sujetos de derecho, manifestaron su ajenidad a la ciudadanía reivindicada por la retórica de un modelo, al pueblo romantizado por la del otro.

Acaso algo podría cambiar.

No será desde la política tradicional.

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG: @NICOLASALVARADOLECTOR

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