COLUMNA INVITADA

Zaldívar, por la puerta de atrás

Arturo Zaldívar, renunció a su cargo de ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha reflejado lo que siempre fue, un cobarde y un traidor

OPINIÓN

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José Lafontaine Hamui / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Arturo Zaldívar, renunció a su cargo de ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha reflejado lo que siempre fue, un cobarde y un traidor. Su salida por la puerta de atrás, marcada por la deshonra y la falta de valor, y llena de lambisconería, es un alivio y motivo de júbilo para quienes practicamos y respetamos el derecho en México. Que lo celebremos no le quita los muchos adjetivos calificativos que le quedan de manera adecuada.

La forma en que Zaldívar abandonó su puesto y por la puerta de atrás, reservada al personal de servicio, refleja lo que es como persona y como servidor público. En momentos cruciales, donde se necesitaba firmeza y unidad ante los embates del poder ejecutivo, Zaldívar optó por el camino de la traición y la cobardía, abandonando su responsabilidad como si de una rata se tratara, saltando del barco en medio de la tormenta.

Su ambición desmedida y su actitud servil jugaron un papel crucial en esta desviación de la rectitud judicial. El punto de inflexión, sin duda, fue la oferta ilegal para extender su mandato, una propuesta que desafió abiertamente los principios legales y éticos que debieron regir su cargo. El silencio cobarde y los lacayos votos en favor a las iniciativas del presidente aunque fueran ilegales lo marcaran de por vida. Zaldívar mostró una lealtad no a la ley o al país, sino a un individuo y a intereses personales y políticos.

Su transición de la judicatura a la politiquería, con sus mensajes de Tiktok, y el payaso en que se convirtió, es un congruente reflejo de su enanismo moral y ético.  Zaldívar, quien en su afán de poder y reconocimiento, perdió, si es que algún día lo tuvo, lo más valioso que un servidor público puede poseer: su honor, integridad y reputación. Su salida de la Suprema Corte no es simplemente un cambio de carrera, el vivo ejemplo del peligro que corren nuestras instituciones cuando la política y las ambiciones personales se entrelazan con la administración de la justicia.

La lección que nos deja este episodio es profunda y perturbadora. La integridad, una vez perdida, es un tesoro difícil de recuperar. La justicia y la ley deben permanecer libres de influencias políticas y personales para preservar la confianza y el respeto del público en nuestras instituciones judiciales. Este principio fundamental se ve amenazado cuando los ministros de la Corte son sujetos a influencias externas, subrayando la importancia de que su designación se mantenga alejada de la elección popular y de los juegos de poder político.

La renuncia de Zaldívar debe servir como un recordatorio constante y una advertencia para el futuro. Las instituciones judiciales de México y su integridad deben ser protegidas de las ambiciones y caprichos de individuos que buscan servir a sus intereses por encima de los de la justicia y el bienestar de la nación. La historia de Zaldívar es un capítulo oscuro en la justicia mexicana, uno que no debería repetirse.

POR JOSÉ LAFONTAINE HAMUI

ABOGADO

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