ARTE Y CONTEXTO

La huella indeleble de Santos Balmori

Una vez adentro, las escaleras se roban el protagonismo de manera inevitable, asestando  el primer golpe estético que se lleva el visitante, sobre todo si es primerizo

OPINIÓN

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Julen Ladrón de Guevara / Arte y Contexto / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El Museo Nacional de Arte de la CDMX es uno de los espacios más imponentes y encantadores que existen en este país. Desde que uno se planta en la plaza que lo precede, puede sentir el peso de la historia silente y tangible que resguardan sus paredes y  para entrar hay que atravesar cualquiera de las dos enormes y pesadas puertas laterales que están ahí para hacernos saber lo diminuto de nuestra talla.

Una vez adentro, las escaleras se roban el protagonismo de manera inevitable, asestando  el primer golpe estético que se lleva el visitante, sobre todo si es primerizo.

Antes de ingresar a las salas de exhibición, en medio de la escalera que al principio se bifurca y como si la contuviera entre sus piernas, yace desmayada una joven divina que para siempre descansa sobre una piedra. A primera vista podría uno pensar que es una de esas escenas de sacrificio religioso, donde algún creyente bíblico ha ofrecido a su hija virginal como ofrenda por un bien mayor, sin embargo la historia es mucho mejor porque en realidad ella está desparramada por el agotamiento y la diversión. Aprés l’orgie (Después de la orgía) es una escultura de mármol de Carrara realizada por Fidencio Lucano Nava en 1910, donde podemos ver a esta chica sin nada más que su escandalosa pulsera llena de dijes, con su pandero aventado cerca de su marmoleo cuerpo descansando desfalleciente después de que la fiesta terminó.  

Y esta es la escena que te recibe antes de entrar a las salas de exhibición, lo que hace de nuestro amado museo uno de los mejores puntos del mundo para estar. 

Esta es también la imagen de apertura de una de las que es, sin duda alguna, una de las exposiciones más significativas e importantes que se haya inaugurado en este lugar. Suena fuerte, lo sé, pero no tengo dudas. ¿Por qué? Porque Santos Balmori es uno de los pocos artistas con tal relevancia que se conocen menos; porque Gerardo Traeger, coleccionista y curador principal de la muestra lleva años reuniendo, catalogando e intentando exponerlo en todo su esplendor y apenas lo logró; porque Santos Balmori ha aportado a México muchísimo más en cuanto a patrimonio se refiere que algunos afortunados más taquilleros y reconocidos que tampoco tenían tanto que aportar. De hecho antes del MUNAL Traeger había presentado la obra de su maestro en otros recintos igual de importantes, cuyos directores no tuvieron la visión de acogerlo no entiendo por qué. Pero la vida tiene sus misterios y sus aciertos, y al final llegó el día en que Carmen Gaitán, entonces directora del MUNAL, reconociera el peso, el valor y la monstruosa dimensión del proyecto del curador. Así es como Gerardo continuó con la búsqueda y reunión del cuerpo de obra y pudo cristalizar su sueño, que era el darnos a  nosotros como herederos de ese patrimonio, la posibilidad de conocer a uno de los grandes artistas de este país. 

Santos Balmori nació en la CDMX en 1898, hijo de padre asturiano y madre tlaxcalteca. Desde pequeño emigró a España y después a Chile. A la prematura muerte de sus padres regresó a españa y continuó con sus estudios de arte, así que este joven estudiante absorbió las formas y maneras de hacer pintura de un país distante al nuestro, tanto en morfología como intenciones, así como en colores y compromisos políticos. Después regresó a un México donde el muralismo era lo que imperaba, lo que controlaba el discurso revolucionario a través de la iconografía panfletaria y cuyos ministros de culto no permitían que nadie que no siguiera la ruta que ellos marcaban, fuera incluido en su pantheon particular. De tal manera que Balmori se sostuvo sin escuchar esas voces y siguió pintando, dibujando e impartiendo cátedra de arte, y gracias a ellos se lograron formar un sinfín de artistas de los que hoy podemos disfrutar.

Total que esta muestra es emocionante por donde la veamos: la historia del artista, su descubrimiento, la historia del trabajo de Traeger, la visión de Carmen Gaitán y lo hermoso de saber que nos pertenece como patrimonio, hacen de “La huella indeleble” una de las exposiciones más arriesgadas, accidentadas e increíblemente hermosas de este MUNAL, así que no se la pierdan. De verdad que van terminar encantados de conocer a este gran ser humano que desde su trinchera personal, hizo del arte mexicano lo que es ahora y para siempre, aunque Siqueiros, Rivera y otros así, no lo quisieron aceptar.. 

POR: JULEN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG

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