La noción del terrorismo internacional es todo y nada, en su uso más actual en las dinámicas de la política internacional. ¿Qué confusiones nos está causando la falta de una definición global de uno de los términos que se emplea con tanta frecuencia en discursos políticos?
El reciente ataque terrorista en Bruselas, que cobró la vida de personas, es un recordatorio de que el terrorismo es una amenaza global, pero este fenómeno es mucho más complejo de lo que a menudo se retrata.
Si bien el terrorismo internacional ha estado en el centro de la atención en los últimos años, es importante recordar que no es exclusivo de un solo grupo ni se limita a una única ideología.
A lo largo de la historia, hemos sido testigos de diferentes formas de terrorismo, con motivaciones que abarcan desde la política y la ideología hasta la religión y el narcotráfico. Grupos extremistas de izquierda y derecha son ejemplo de las diversas manifestaciones de este fenómeno. El terrorismo, en su esencia, es el uso de la violencia o el temor para lograr objetivos políticos y sociales.
A nivel internacional, se han propuesto diversas definiciones, por organismos como la Organización de los Estados Americanos (OEA) y de Naciones Unidas, entre otras instituciones educativas y tanques de pensamiento.
Estas definiciones abarcan desde actos criminales contra civiles con la intención de provocar terror hasta ofensas destinadas a dañar gravemente a un país u organización internacional. La complejidad en la definición radica en su diversidad de manifestaciones.
La falta de una definición universalmente aceptada ha sido aprovechada como un instrumento de manipulación y propaganda en muchos países, como el caso de la intervención estadounidense en Medio Oriente, o la Guerra de Irak.
La subjetividad e intereses al definir qué constituye el terrorismo ha llevado a una variabilidad considerable en su aplicación. Por ejemplo, ahora en el contexto del conflicto árabe-israelí, mientras que Estados Unidos e Israel clasifican a Hamas como un grupo terrorista, algunos países de Medio Oriente lo consideran una organización de resistencia, independientemente de los actos violentos que pueda cometer.
Por otro lado, durante la guerra entre Rusia y Ucrania, donde ambas naciones se han acusado mutuamente de terrorismo, ilustra la complejidad y la subjetividad de la etiqueta "terrorista" en la arena internacional.
La falta de consenso y parcialidad en la definición del terrorismo se ha convertido en un tema políticamente candente y ha sido utilizada para justificar políticas y acciones militares en diversas ocasiones beligerantes. Además, en el contexto de la lucha actual contra el terrorismo de clasificación “religiosa”, la islamofobia ha aumentado en muchos países occidentales, particularmente en Estados Unidos, debido a la asociación de esta forma de terrorismo con el islam en su conjunto.
Esto es injusto e injustificado, ya que este fenómeno, a partir del 11 de septiembre, ha provocado una mayor discriminación étnica y religiosa. No se debe pasar por alto que existen múltiples formas de terrorismo asociadas con diversas ideologías y movimientos extremistas.
El terrorismo es una realidad heterogénea que no se puede reducir a una única ideología o grupo. Su definición y aplicación son complicadas y sujetas a interpretación.
En un escenario en el que el fenómeno se ha convertido en una amenaza global, es fundamental abordarlo de manera justa, equitativa y basada en principios y valores de una sociedad multicultural y multiétnica, en un mundo donde debemos comprender que somos diferentes. Sólo entonces podremos encontrar soluciones efectivas para prevenir y combatir el extremismo en todas sus formas.
POR TALYA ISCAN
CATEDRÁTICA, FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES, UNAM; UNIVERSIDAD PANAMERICANA
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