COLUMNA INVITADA

Cambio climático y de gobierno

El campo sufre por partida doble: los embates de la naturaleza (sequía y huracanes) y un gobierno de brazos caídos

OPINIÓN

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Bosco de la Vega / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Dos desastres naturales azotaron el Pacífico mexicano: Norma y Otis. Mientras Otis a causa de los vientos generó una devastación sin precedente en Guerrero, Norma reiteró el poder destructor que el cambio climático y la inacción gubernamental ocasionan al campo.  

México es particularmente vulnerable al cambio climático: el 70% del territorio padece altas temperaturas y sequías prolongadas, y 20% sufre sequía extrema, cuatro veces más que hace diez años. Sinaloa a inicios de octubre estaba en 53.8% de sequía extrema, ya en alerta máxima por el riesgo al ciclo agrícola. Y en Zacatecas, Durango y Chihuahua había habido ya pérdida del 90% de la cosecha de frijol, y perspectivas de una caída de 50% de la producción de maíz. Antes de los huracanes, ya estábamos en estado de emergencia en el país.

Con Norma, los agricultores teníamos esperanza de captación hídrica. No obstante, el agua no cayó donde más urgía, e inundó miles de hectáreas ya sembradas. Primeras estimaciones señalan que el nivel promedio de las presas aumentó apenas de 28.1 a 32.5%, y que cerca de 20 mil hectáreas de cultivo sinaloense se inundaron, incluyendo pérdidas totales en sembradíos de frijol, hortalizas y papa. 

El gobierno federal ha mantenido la posición de que ante los fenómenos naturales poco puede hacer. La realidad es que no hizo lo que le correspondía. Lleva años sin actualizar el sistema de radares, y ha cortado los programas de atención al campo. Además, si se confirma que 12 horas antes tuvo conocimiento sobre el riesgo categoría 5 de Otis, y no se alertó a la población, la omisión es criminal.

El campo mexicano entonces enfrenta los extremos de las sequías, la devastación de los huracanes, y un gobierno paralizado. Sin medidas para afrontar el cambio climático, sin esquemas de protección a los cultivos, sin estrategias para prevenir y hacer frente a los desastres naturales, el campo se abandona a su suerte. Es desolador que a esta actividad que alimenta a la población, y debiese ser de seguridad nacional, se trate con desprecio.

Frente al cambio climático, urge un cambio en la actitud gubernamental. Esta administración lidiará con la crisis actual, pero quienes lleguen en 2024, están obligados en poner al centro al sector agroindustrial. Sin autosuficiencia alimentaria, dependeremos más del exterior, con consecuencias para la población, la economía y el futuro del país. Estamos a tiempo, pero el tiempo se acaba.  

CUMULONIMBOS. “La conservación de la tierra y la conservación de la gente son la misma cosa; si una cae, la otra también”, Aldo Leopold.

POR BOSCO DE LA VEGA

COLABORADOR

@BOSCODELAV

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