COLUMNA INVITADA

Les ha quedado grande la desgracia

Acapulco es el claro ejemplo de cómo la corrupción, la incapacidad y la mezquindad, pueden destruir a una comunidad, a una ciudad y a un país

OPINIÓN

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Héctor Serrano / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Acapulco es el claro ejemplo de cómo la corrupción, la incapacidad y la mezquindad, pueden destruir a una comunidad, a una ciudad y a un país, sobre todo cuando esa mezcla de funestos defectos, se ven enraizados en la clase política que nos gobierna. Peor aún, cuando los gobernantes quieren hacer pasar sus deficiencias como virtudes, al grado de pregonarlas a los cuatro vientos sin ningún empacho, esperando el aplauso fácil de su público cautivo.

El sufrimiento, deterioro y las condiciones de descomposición social que hoy vemos en el puerto, no son consecuencia exclusiva del huracán Otis, son el resultado de un proceso de degradación que lleva por lo menos un par de décadas gestándose ante la mirada complaciente de las autoridades y que, hoy, ante la tragedia, muestra su peor rostro. Acapulco pasó de ser un destino turístico internacional donde arribaban grandes cruceros, a convertirse en tierra de nadie.

Solo queda el recuerdo de lo que Acapulco significa para millones de mexicanos, un lugar emblemático que nos hizo vivir momentos inolvidables mientras disfrutábamos de sus playas, su vida nocturna y la hospitalidad de su gente. Como en muchas zonas del país, todo se fue perdiendo de a poco, primero con el aumento de la delincuencia en las zonas periféricas, después con el control absoluto del crimen organizado que dejó de respetar cualquier código de convivencia.

Aún así, muchos manteníamos la esperanza de recuperar a Acapulco en algún momento, miles de propietarios se negaron a vender sus departamentos vacacionales, con la promesa incumplida de que la paz algún día retornaría al puerto. Así, con esperanza, se pudieron superar los daños que dejaron a su paso los huracanes Paulina y Manuel, que junto con Otis, son los fenómenos meteorológicos más destructivos que han impactado al estado de Guerrero.

Pero ahora y ante la evidencia, no puedo evitar que el pesimismo se parte de mis predicciones, veo un futuro incierto y muy complicado para el puerto de Acapulco, a diferencia de otras desgracias similares, no percibo la unión de los mexicanos. Gran parte de la población, siempre ha estado en desacuerdo con el gobierno en turno, pero en momentos de necesidad, la solidaridad siempre se había hecho presente, las disputas políticas se dejaban a un lado para ayudar a los demás.

El oportunismo y la revancha política, hoy son los imperativos de esta nueva forma de gobernarnos, todos quieren obtener alguna ventaja de la desgracia para exhibir a los contrarios, ni la destrucción ni el sufrimiento, son suficientes para dejar a un lado las diferencias. Acapulco está en el centro de la disputa por la Presidencia de la República, a pocos meses de la elección federal, ninguno de los bandos está dispuesto a mostrar generosidad con sus adversarios.

Además, la iniciativa privada, los fifís que con su dinero mantenían en gran medida la infraestructura turística del puerto, hoy tienen pocos incentivos para seguir haciéndolo, es difícil pensar que invertirán millones en la reconstrucción de un lugar donde gobiernan los criminales. Ante la falta de certeza y la decreciente actividad turística del puerto en los últimos años, es una apuesta muy arriesgada para el sector empresarial participar bajo estas condiciones.

Con la llegada de Otis, todos los males nacionales han quedado al descubierto, nuestra realidad se muestra de la manera más cruda posible; corrupción, oportunismo, gandallez, inseguridad, incompetencia, cinismo, mezquindad, polarización, desesperanza y sufrimiento, son solo algunos de los calificativos que han aflorado en la desgracia. El huracán no solo arrasó con las edificios, también lo hizo con las esperanzas de la reconciliación nacional.

Por si faltaba evidencia, hoy queda claro que los mexicanos no tenemos ni al gobierno ni a la clase política que necesitamos, les ha quedado grande la desgracia para su capacidad tan pequeña.

POR HÉCTOR SERRANO AZAMAR

COLABORADOR

@HSERRANOAZAMAR

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