COLUMNA INVITADA

La revolución de los cuidados

Las propuestas para un sistema de cuidados no deben separarse de las propuestas para la autonomía económica de las mujeres y su derecho a vivir sin violencia

OPINIÓN

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Nadine Gasman Zylbermann / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Hace más de sesenta años, las feministas irrumpieron en el escenario público al abordar el crucial tema de los cuidados, liberándolo de los confines de la vida doméstica.

 En este proceso, otras cuestiones que antes se relegaban emergieron en la esfera política. En lugar de empobrecer el debate público, estas demandas, surgidas de la división sexual del trabajo, el patriarcado y el capitalismo en la vida de las mujeres, enriquecieron nuestra comprensión de las políticas públicas y ampliaron la participación política de nuevas voces.

El acto de cuidar es un asunto político. No podemos simplemente abrumar el debate con estadísticas que ilustran cómo las mujeres en México, América Latina, Europa y el resto del mundo trabajan más del triple de horas que los hombres en tareas no remuneradas de cuidado del hogar. Esta carga de trabajo aleja a las mujeres de la educación, las expone a abusos y violencia, las excluye de los trabajos mejor remunerados, y afecta su futura calidad de vida en la vejez.

La división sexual del trabajo, con su injusta distribución de las labores de cuidado, es el pilar central de una estructura desigual que sustenta nuestro mundo. Esta estructura distingue entre lo público y lo privado y, de manera errónea pero efectiva, nos dice que el trabajo de cuidado pertenece al ámbito privado. Esta división no hace más que perpetuar la desigualdad, la discriminación y la violencia.

El cuidado es un asunto político que debe ir más allá de la narrativa y la retórica. Debe influir en la voluntad política, cuestionar la planificación y las políticas fiscales, y afectar la construcción real de políticas públicas. El cuidado debe cuestionar la organización de nuestra sociedad y economía, y recordarnos que el Estado debe garantizar los derechos de las personas en lugar de favorecer el liberalismo y el mercado precarizador.

La revolución del cuidado no consiste únicamente en medidas de conciliación. Si bien son útiles en la vida diaria, no son suficientes para transformar la cultura, las costumbres y las enseñanzas arraigadas en hogares, escuelas, espacios públicos, iglesias y mercados. Estamos hablando de sistemas integrales de cuidados que deben estar a la altura de los pilares de bienestar (seguridad social, educación y salud) que sustentan nuestras sociedades. Estos sistemas son esenciales para alcanzar un cuarto pilar de bienestar: el sistema de cuidados.

Las propuestas para un sistema de cuidados no deben separarse de las propuestas para la autonomía económica de las mujeres y su derecho a vivir sin violencia. Estos tres vértices -cuidados, trabajo remunerado y paz- son las prioridades que afectan la vida de las mujeres y niñas. La sociedad de cuidados que imaginamos se basa en la sostenibilidad de la vida como su principal objetivo

Cuidar es un asunto político que nos exige ser persuasivas y argumentativas en defensa de la justicia social. También nos exige ser hábiles en presentar datos económicos que destaquen los efectos positivos de la igualdad y los costos de la discriminación, la violencia y la desigualdad. Para transformar la política, debemos pensar más allá y visualizar un horizonte donde los cuidados sean una parte integral de nuestras vidas. La revolución feminista de los cuidados es un llamado a un modelo de Estado que garantice los derechos de las personas y priorice la igualdad, en contraposición a la era de liberalismo, individualismo y mercado precarizador que hemos vivido. Cuidar es político, y es una lucha que nos llevará a un futuro más igualitario, justo y en paz.

POR NADINE GASMAN ZYLBERMANN
PRESIDENTA DEL INMUJERES 
@NADGASMAN

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