DEFINICIONES

Desastre e ineptitud

La magnitud del desastre apenas emerge; poco a poco permite dimensionar la devastación. También la incompetencia y negligencia de autoridades que lucen rebasadas

OPINIÓN

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Manuel López San Martín / Definiciones / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La magnitud del desastre apenas emerge; poco a poco permite dimensionar la devastación que dejó Otis. También la incompetencia y negligencia de las autoridades, que lucen rebasadas.

Las primeras horas tras el golpe del poderoso huracán categoría 5 fueron de pasmo. Nadie del gobierno federal estuvo al momento del impacto en Acapulco, donde tocó tierra. La gobernadora del estado, Evelyn Salgado, no apareció durante 48 horas ni en video ni en fotografía, confirmando la sospecha de su ausencia del lugar. La alcaldesa, Abelina López, ni en redes sociales se asomó; silencio.

El presidente López Obrador se trasladó por carretera a la zona del desastre. Era sabido que el acceso por tierra hasta Acapulco era imposible. La devastación provocada por Otis no lo permitía. Uno imaginaría que el presidente estaba al tanto. O al menos el secretario de Defensa, que lo acompañaba. O el de Marina. O la de Seguridad. Pero no. Se enteraron en pleno trayecto. Se quedaron varados.

La imagen del presidente atascado en un jeep del Ejército describe la falta de coordinación e información. Su gobierno fue incapaz de establecer comunicación con el Puerto. Cierto, la telefonía móvil y fija, además del internet, colapsaron, pero, ¿el gobierno mexicano no tiene mecanismos para casos de emergencia? Una Ciudad de un millón de habitantes a 400 kilómetros de la capital quedó aislada, a su suerte.

Las horas siguientes han demostrado la indolencia e incompetencia. Mientras decenas de miles lo habían perdido todo, miles más buscaban desesperados alimento y agua, cientos imploraban ayuda para encontrar a sus seres queridos y decenas habían confirmado la muerte de familiares, el presidente afirmó en la mañanera del pasado viernes que “tuvimos suerte” porque “no hubo tantos muertos”.

Una noche antes, en plena crisis humanitaria, la alcaldesa de la capital del estado, Norma Otilia Hernández, organizó una fiesta con dinero público, que incluyó fuegos artificiales, música y baile en Chilpancingo –a una hora de Acapulco- por su Informe de gobierno. A la par, la alcaldesa del Puerto, ante las escenas de saqueos provocadas por la ausencia de ley y alimentadas por la desesperación y descontrol, dijo que los actos de rapiña eran “cohesión social”.

Horas más tarde, la gobernadora Salgado apareció en redes para exhibirse con atuendo impecable, durante un recorrido a la 1 de la madrugada por la destruida zona Diamante de Acapulco, cuando la oscuridad de la noche le permitió salir de su escondite sin recibir reclamos. Más tarde, presumió la primera “ayuda” a la población: 3 mil despensas entregadas a 72 horas del golpe de Otis, para una población de 270 mil familias con sus viviendas dañadas (cifra oficial), que constituyen cientos de miles de personas afectadas. 3 mil despensas. Solo eso. La indolencia e incompetencia. En ese marco, López Obrador dijo que no tiene pensado volver a Guerrero, pero “estará pendiente”.

Los gobiernos están rebasados por todos sus frentes. No hay ley, no hay mando ni autoridad. Hay desesperación, agravio e impotencia entre los damnificados. En primer lugar, porque ahora hay confirmación: al menos 21 horas antes del impacto de Otis, el gobierno mexicano supo de la fuerza del huracán –por el Centro Nacional de Huracanes de EU- y no alertó como debía. Tampoco preparó la respuesta.

Cientos de testimonios que circulan en redes sociales desacreditan la versión oficial; rompen la narrativa de un gobierno que vive su mayor crisis sexenal y no parece notarlo. Tampoco estar a la altura.

Se pensará que lo peor ya ocurrió, tras el impacto. Pero el verdadero drama se hace presente con mayor dureza conforme avanzan las horas y pasan los días. Cientos de miles están a su suerte en Acapulco y en otros municipios arrasados, como Tecpan de Galeana o Coyuca de Benítez. Zonas turísticas, sí, pero sobre todo colonias urbanas populares y zonas rurales, colapsan.

Estamos, apenas, ante la punta del iceberg de una crisis de proporciones aun incuantificables, incalculables. La cifra oficial de muertos y desaparecidos, tan poco confiable, como el actuar de las instituciones, crece por día: 48 fallecidos, 39 desaparecidos, hasta ayer. Tristemente serán más. La tragedia tiende a empeorar. La desesperanza se apodera de Guerrero, y contagia a buena parte del país.

POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN

M.LOPEZSANMARTIN@GMAIL.COM

@MLOPEZSANMARTIN

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