TODOS SOMOS MÉXICO

Acapulco, Guerrero

Cuando la naturaleza pestañea, nos recuerda nuestra pequeñez, pero también nuestra grandeza. Seguramente habrá valor y entrega para la restauración

OPINIÓN

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Mauricio Farah / Todos Somos México / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La noche del 24 de octubre pasado, toda el agua y todos los vientos cayeron sobre Acapulco y varios municipios de Guerrero. En horas cambió la historia. Sucesos de esta índole llegan y se van, pero no pasan. Se quedan. 

Se quedan en la eterna memoria de quienes los vivieron, en el recuerdo de quienes murieron y en la incertidumbre inacabable por aquellos que no encontramos; en las calles irreconocibles, en la infraestructura dañada, en los árboles, bardas, anuncios y postes derribados, en los vehículos destrozados, en los inmuebles de todos tamaños afectados o destruidos, en las inundaciones y los lodazales. Se quedan para siempre en el azoro del día siguiente.

Urge la ayuda indispensable para la sobrevivencia y el mayor bienestar posible en condiciones imposibles: la falta de agua y medicamentos, las noches a la intemperie; el saqueo por hambre en la carencia de todo y el saqueo inaceptable por abuso; la necesidad de un orden que fortalezca el ánimo y que a la vez brinde un poco de certeza frente a la desesperanza de quienes lo han perdido todo.

Considerando un ingreso anual de 117 mil millones de pesos por comercio, servicios y turismo en Acapulco (Inegi), puede estimarse que mientras esté la economía parada las pérdidas ascenderán a 320 millones de pesos cada día. 

Tomando en cuenta otros sectores, algunos analistas calculan la pérdida diaria en más de 500 millones de pesos.

Antes de esta devastación, Guerrero ocupaba el segundo lugar en pobreza. 

Se había avanzado en los últimos años en su reducción: de 66.4 por ciento de población en pobreza en 2020, se había pasado a 60.3, equivalente a 2 millones 170 mil personas, de una población total de 3 millones 600 mil. 

Previsiblemente, luego del huracán Otis, el rezago histórico se acentuará y el avance logrado probablemente se revierta.

Hay mucho que hacer de inmediato y a largo plazo: la reparación del sistema eléctrico, la recuperación de internet, la liberación de carreteras y veredas, la valoración de daños, la demolición, la reparación pronta y, más allá, pero no mucho más tarde, el desafío de la reconstrucción.

Porque cuando la naturaleza pestañea, nos recuerda nuestra pequeñez, pero también nuestra grandeza. 

Seguramente habrá valor y entrega para emprender la restauración de Acapulco y los municipios de Coyuca de Benítez, Ajuchitlán del Progreso, Atoyac y Tecpán, entre otros. 

De una u otra forma, todos, como familia mexicana, tenemos que participar. Lo hemos hecho antes.  

Además de su propia presencia de ánimo y capacidad de trabajo, los guerrerenses necesitan de la solidaridad de todos, de la acción del empresariado local y nacional, del quehacer gubernamental estatal y federal y de toda la fuerza del Estado para ponerse en pie lo más pronto posible, como guerrero que es.

Se requiere una poderosa y eficiente estructura de liderazgos nacionales y locales para sortear el dolor, el duelo y el asombro, así como para emprender la reconstrucción, una tarea mayúscula, épica, indispensable. 

Todo esfuerzo en esta dirección será valioso. 

POR MAURICIO FARAH

ESPECIALISTA EN DERECHOS HUMANOS.

@MFARAHG

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