Las estrategias de desinformación en conflictos bélicos no son nada nuevo. Tampoco los operativos de propaganda negativa para descalificar a rivales en contiendas electorales. Acciones de esta naturaleza se han utilizado en distintas épocas y prácticamente en todo el mundo, con el fin de alcanzar objetivos políticos o prevalecer en disputas internacionales.
En la era digital, las redes sociales representan un vehículo privilegiado para irradiar masivamente información falsa a una escala y amplitud nunca antes vista. Como sucede con muchas innovaciones digitales, sus aplicaciones están al alcance de cualquiera que cuente con un dispositivo.
En consecuencia, autoridades de distintos niveles de gobierno, medios de comunicación, corporaciones e instituciones académicas, tienen que confrontar fake news provenientes de actores políticos, activistas, grupos criminales, hackers y hasta simples particulares.
Según un estudio del OBS Business School (Barcelona) 4,760 millones de personas usan las redes sociales, es decir 94.9% de los 5,160 millones con acceso a Internet y 59.4% de la población mundial.
No es de sorprender que desde el 7 de octubre, cuando Hamas realizó sus ataques terroristas en Israel y, conforme ha venido evolucionando el conflicto en el Medio Oriente, quienes dependen de las redes sociales para informarse, con frecuencia quedan confundidos sobre lo que es real y lo que no. Desafortunadamente –y como piensan algunos analistas– es posible que esto sea apenas el inicio de una era dominada por la desinformación.
Como lo mencioné en un artículo, en septiembre pasado, durante el segmento especial de la Asamblea de la ONU enfocado a escuchar las intervenciones de mandatarios y ministros, 94 oradores pusieron de manifiesto su preocupación en torno a la proliferación de acciones de desinformación en contenidos digitales, apoyadas en apps de inteligencia artificial.
Una hoja de ruta está contenida en la propuesta del Secretario General de la ONU para avanzar hacia un Pacto Digital Mundial que se ventilará en la Cumbre del Futuro en septiembre de 2024. Es de esperarse que el pacto "esboce principios compartidos para un futuro digital abierto, libre y seguro", incluyendo temas como la conectividad, evitar la fragmentación de Internet, brindar a las personas opciones para el uso de sus datos y la aplicación de los derechos humanos en línea, entre otros.
El debate en torno a los contenidos digitales es muy complejo, ya que abarca cuestiones vinculadas a los DDHH, la libertad de expresión y el derecho a la información, así como el uso de herramientas tecnológicas para el control de contenidos que pueden prestarse a manipulaciones. Sobre estas discusiones versarán mis próximos artículos.
POR: CARLOS DE ICAZA
EMBAJADOR EMÉRITO Y EX SUBSECRETARIO DE RELACIONES EXTERIORES
@CARLOSDEICAZA
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