MIRANDO AL OTRO LADO

La gran mentira

Existen datos reales que se entretejen con fenómenos mitológicos para poder comprender esa construcción artificial que es AMLO y su poder. Y para entender el porqué, como él mismo dice, si no hago la mañanera todos los días, me tumban

OPINIÓN

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Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al Otro Lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

¿Se imaginan lo que le sucedería a López Obrador y a su gobierno si no realizara la mañanera todos los días? ¿Cuál sería el efecto sobre su presencia política y la fuerza electoral de Morena, de Claudia como candidata y los legisladores morenistas?

López Obrador sí lo sabe. Incluso lo dijo en una mañanera, desde una mañana distante, antes de la pandemia de Covid. Dijo, más o menos textualmente “Si no la hago todos los días (refiriéndose a la mañanera), me tumban”.

Entonces, para poder valorar la verdadera fuerza política del Presidente, es necesario tomar distancia de su reconocida capacidad de afirmar cien veces cosas que no son ciertas, o afirmar hechos que no son comprobables, o exaltar logros que simplemente no existen ni existirán. Esa distancia del mundanal ruido para valorar la fuerza política real de AMLO permitirá valorar cómo hila su poder político. Y para entender que gobierna sentado encima de una gran mentira que él mismo ha construido.

Existen datos reales que se entretejen con fenómenos mitológicos para poder comprender esa construcción artificial que es AMLO y su poder. Y para entender el porqué, como él mismo dice, si no hago la mañanera todos los días, me tumban.

El dato real, y que usa con eficacia para construir su imagen de poderoso sin igual, es su control sobre el poder legislativo. Las y los legisladores de Morena y aliados son borregos descerebrados. Esa es la verdad. El Congreso es su dócil instrumento político para destruir cuanta institución encuentre en su camino al ansiado poder total, aprobando medidas que saben de antemano son absolutamente ilegales y anticonstitucionales.

Por fortuna para México AMLO llegó a la Presidencia sin una idea clara de lo que quería cuando gozaba de una mayoría calificada en ambas Cámaras. Lo único que promovió de relevancia fue la Revocación del Mandato, con una mirada electorera y personal, pero carente de una visión de nación. Lo hizo imitando a Chávez, Ortega, Evo y Correa.

Como su pensamiento más profundo y filosófico no va más allá de cuestiones electorales y, por tanto, del poder personal, López Obrador estaba convencido de que lo único que necesitaba para cambiar la Constitución y así reelegirse como Presidente, iba a ser la elección del 2021 y luego la Revocación de Mandato.

Llegó el día de esa elección y la realidad le propinó una tremenda bofetada en la cara. En vez de acrecentar su fuerza legislativa, perdió la mayoría calificada en la Cámara de Diputados. Y, por tanto, perdió su capacidad de cambiar la Constitución y, con ello, perdió su posibilidad de reelegirse como Presidente. Fue seguramente el momento más amargo de su Presidencia.

Después de ese golpe fatal a su proyecto político, y a su ego tan narcisista, emprendió una campaña de tierra arrasada, copiando la guerra estadounidense en Vietnam. La idea de esa campaña es utilizar toda la fuerza para destruir todo lo que se encuentre en el camino que considera es un obstáculo para su objetivo que es ganar la batalla final. Entonces nació el verdadero Andrés Manuel López Obrador.

Emprendió la guerra frontal, total y termonuclear contra los órganos autónomos. Los que no podía colonizar, los eliminaba. Si no podía eliminarlos, les arrebataba su funcionalidad, quitándoles sus presupuestos o sus integrantes, o las dos cosas. Emprendió la guerra contra el INE, hasta que logró colocar a los suyos en la dirección del Instituto.

Hizo la guerra contra las instituciones de educación superior e instituciones de investigación científica que no podía colonizar. Promovió el odio contra las instituciones médicas y sus profesionales, tanto médicos como enfermeras, intentando justificar la contratación de supuestos médicos cubanos, muchos de los cuales en realidad son agentes de seguridad, espías e infiltrados en las Fuerzas Armadas de México.

Desde la mañanera profesa odio hacia los periodistas y los medios de comunicación que lo cuestionan y no lo obedecen. Sin confesarlo, avala el asesinato de periodistas, con su promoción incesante a la intolerancia, desprecio y falta de empatia. Increíblemente, por ser Presidente, promueve la violencia y los grupos criminales de la sociedad, al decir que merecen todo su respeto y simpatía como “personas”.

Promueve la franca y abierta militarización del poder político federal. Pobla a la administración pública federal de militares. Hace como hizo Pinochet en Chile, con grandes resultados para los militares y sus instituciones. Hoy los militares chilenos se cuentan entre las familias más adineradas de ese país. Así va a ocurrir en México en muy poco tiempo.

AMLO ha borrado los linderos constitucionales entre la institución castrense y la administración pública federal y local. Está creando un poder que podrá sustituirlo fácilmente, aunque él, ciego, no lo ve.

Ahora está en plan de guerra y odio contra el Poder Judicial, uno de los tres Poderes del Estado mexicano. Poco le importa la autonomía del órgano jurisdiccional. Considera que no le obedece y, por tanto, debe ser destruido. Lo más relevante es que en su afán por destruir al Poder Judicial, el Presidente suma otro sector de la sociedad que definitivamente no votará ni por su candidata ni por su partido.

Sheinbaum prácticamente ha convertido a su campaña por la Presidencia en la punta de lanza de la campaña por destruir al Poder Judicial. Con ello, confiesa implícitamente ser la títere del titiritero mayor. Así, nunca ganará la Presidencia de la República, aunque su ceguera de taller no le permite ver con objetividad su entorno ni percibir su realidad. El aparato que la rodea está hecho de ignorancia y engaños, de traiciones y de mentiras de larga data.

¿Qué tiene que ver todo esto con las mañaneras de AMLO y su gran mentira al gobernar? Pues, que es precisamente en las mañaneras donde da todas las instrucciones a su borregada sobre cuál es el siguiente objeto de odio a ser atacado. Ante la frustración de haber tenido que abortar su proyecto original de reelección, ahora se recarga en cobrarle a la sociedad el no haberle dado el apoyo que exigía. Su furia es incontenible. Su odio también. Predica amor, pero su actuar es de odio.

Toda ésta situación proviene de la mentira original: la que afirma que AMLO posee una fuerza política que en realidad no tiene. Él inventó las mañaneras para encubrir su debilidad y su objetiva realidad: no supo, nunca, qué es lo que quería construir en México. Entonces, robándole ideas a Porfirio Díaz decidió construir cosas, lo que sea, como un tren fantasioso en el Sureste, aunque no sea ni rentable ni una buena idea. Es que se ve bonito, dice el Presidente.

Una vez creada la gran mentira narrada por el Presidente más fuerte de la historia porque habla todos los días ahora se dedica a dar órdenes para que se vea que es cierto lo del mito del poder incontenible. Pero detrás de esa pantalla se encuentra el Presidente que sabe algo inconfesable: si no hago la mañanera todos los días me tumban.

POR RICARDO PASCOE

COLABORADOR

ricardopascoe@hotmail.com

@rpascoep

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