COLUMNA INVITADA

Valores políticos y vanidades

¿Alguna vez han observado a un político y pensado: "¡Vaya! ¿Ese seguro disfruta de los lujos de la vida”?

OPINIÓN

·
Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

¿Alguna vez han observado a un político y pensado: "¡Vaya! ¿Ese seguro disfruta de los lujos de la vida”? Hay una larga tradición de asociar el poder con la ostentación, especialmente en el mundo de la política. A lo largo de la historia, estos dos conceptos han ido de la mano. No es suficiente con tenerpoderío, ¡hay que mostrarlo! Y, ¿qué mejor manera de hacerlo que con objetos lujosos y llamativos? Desde los faraones de Egipto hasta los emperadores romanos, las retóricas poder ha sido esencial. Pero ¡no hay que ir tan lejos en la historia! Los políticos modernos tienen sus propias formas de demostrar su estatus: autos del año, ropa de diseñador y relojes que podrían pagar el salario de muchos ciudadanos.

La Revolución Mexicana, uno de los momentos más cruciales en la historia de México, no solo cambió el rumbo político del país, sino que también dejó en evidencia que la inclinación por lo ostentoso no desaparecería con la transición de un régimen. El caso de Alberto Pani es ilustrativo al respecto. Pani, que vivió la revolución desempeñando distintos roles, relata un suceso en su obra “Apuntes Autobiográficos”. En él narra una anécdota que pone de manifiesto la tensión entre los ideales revolucionarios y las tentaciones del lujo y el poder.

Después de la revolución, Alberto Pani ocupó cargos como el de secretario de Relaciones Exteriores y posteriormente el de secretario de Hacienda entre 1923 y 1927. En una de las reuniones que sostuvo en su calidad de secretario, se encontró con Felipe Pescador, una figura central en la nacionalización de los ferrocarriles en México. Más allá del propósito formal del encuentro, lo que quedó grabado en la memoria de Pani fue un brillante que adornaba uno de los dedos de Pescador. Esta joya, reflejo de una tendencia generalizada entre los políticos de la época, no solo mostraba el mal gusto, según Pani, sino que también simbolizaba el desvío de los ideales revolucionarios a cambio del lujo y el reconocimiento.

Al hablar sobre su encuentro con Álvaro Obregón, el sonorense con su humor característico acertó al señalar que el tamaño de la piedra en el dedo de una persona podría ser indicativo del tamaño de lo que tenía en la cabeza. Esta ironía refleja una verdad incómoda: en el mundo de la política, a menudo es más importante la percepción que la sustancia. Aunque tal tendencia no es exclusiva de México ni de la era posrevolucionaria, es un recordatorio de que el deseo de ostentación puede ser un espejismo peligroso, que en lugar de reflejar grandeza, muestra la pequeñez del alma.

La relación entre política y ostentación es tan antigua como la historia misma. Aunque nos pueda parecer chocante o incluso cómico, es un reflejo de la naturaleza humana y también de suscontradicciones. Porque, después de todo, ¿qué es el poder si no se puede mostrar? Pero cuidado, existe el siguiente dicho: "No es oro todo lo que reluce".

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

MAAZ