POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

¿Están en crisis la ONU y el multilateralismo?

Este año se registró una asistencia numérica superior a la de años anteriores, con 136 jefes de estado o de gobierno, y alrededor de 40 ministros de asuntos exteriores.

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La semana pasada concluyó el 78 debate anual, de alto nivel, de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se trata del foro internacional más importante al que año con año acuden numerosos jefes de estado y de gobierno, así como representantes de agencias internacionales como la FAO o la UNESCO, de organizaciones internacionales de la sociedad civil, de gobiernos subnacionales y parlamentarios.

Los líderes nacionales pronuncian discursos en la bella sala de la Asamblea General, cuya cúpula imita a la del milenario Pantheon romano, a nombre del gobierno que representan. Unos utilizan su alocución para fijar posición sobre los grandes temas internacionales del momento, mientras que otros prefieren presumir sus logros a nivel nacional. El debate de alto nivel de la Asamblea merece atención porque sirve para tomarle el pulso a la situación internacional.

Este año se registró una asistencia numérica superior a la de años anteriores, con 136 jefes de estado o de gobierno, y alrededor de 40 ministros de asuntos exteriores. Sin embargo, fueron muy evidentes las ausencias de los líderes de cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: China, Francia, Reino Unido y Rusia. Tampoco asistieron el primer ministro de Japón y la mayoría de los líderes europeos. Del G7, solamente participó el presidente Biden. Del G20, solamente Brasil, Corea del Sur, Estados Unidos y el presidente del Consejo de la Unión Europea.

El desdén de tantos líderes de países clave es un reflejo del poco atractivo que para muchos líderes nacionales representa en este momento asistir a las Naciones Unidas. Tampoco es alentador que solamente 20 mujeres encabezaron las delegaciones de su país, incluyendo por cierto a la Canciller de México, Alicia Bárcena, un hecho que en sí mismo refleja que la lucha internacional a favor de la igualdad de género tiene todavía un largo camino por recorrer. 

La semana de alto nivel dejó un balance de claroscuros. Por una parte, se aprobaron sin disenso cuatro importantes declaraciones políticas, cuidadosamente negociadas, sobre temas de preocupación internacional, como son la necesidad de alcanzar la cobertura universal en materia de salud, la importancia de poner fin a la tuberculosis, la prevención, preparación y respuesta a las pandemias y, la más significativa de todas, sobre la necesidad, verdaderamente imperiosa, de avanzar en la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para alcanzar progresos significativos hacia 2030. 

Todas estas decisiones, en principio serían una demostración de que, a pesar de las grandes divisiones y dificultades del momento actual, la comunidad internacional muestra cierta unidad para enfrentar retos globales, como los antes mencionados. Sin embargo, como reflejo de la creciente competencia hegemónica entre China y Estados Unidos, y la invasión de Rusia a su vecina Ucrania desde febrero del año pasado, en la ONU se ha instalado un ambiente de escepticismo hacia el futuro inmediato. Prevalece un clima internacional de polarización y desconfianza. Los incesantes llamados del secretario general de la Organización, Antonio Guterres, a los líderes de las grandes potencias para que tomen acciones decisivas frente a los enormes retos actuales, no obtienen una respuesta clara por parte de éstas. 

En ese contexto, muchos observadores se preguntan sobre la capacidad de la ONU, y del multilateralismo en general, para resolver los grandes retos de nuestra época, y que atañen directamente a los propósitos de las Naciones Unidas: mantener la paz y la seguridad internacionales, promover el progreso económico y social, y proteger los derechos humanos. En cierto, en el momento actual no hay razones para el optimismo. Aumentan los conflictos violentos. No se registran avances considerables en la implementación de los ODS, y se multiplican las violaciones de derechos humanos en todas las latitudes.

Pero los fracasos que se atribuyen a la ONU no pueden atribuirse directamente a la Organización, que ni remotamente es el equivalente a un gobierno mundial. Las Naciones Unidas se asemejan mucho más a una asociación de miembros independientes, muy desiguales entre sí en recursos y capacidades. Sí se ha erosionado la autoridad de las Naciones Unidas por el incumplimiento de obligaciones internacionales básicas por parte de muchos estados, en particular de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. 

Si Rusia decide volver a la conquista territorial como un instrumento válido de su política exterior, es poco lo que la ONU puede hacer para evitarlo. Si Estados Unidos, las naciones desarrolladas y otros estados con capacidades financieras no cumplen sus ofrecimientos de financiamiento a los países en desarrollo para que impulsen su desarrollo sostenible, nada puede hacer la organización. Si China y muchos otros países con gobiernos autoritarios se cierran al escrutinio internacional en materia de derechos humanos, nada puede hacer la Organización.  

Pero el mundo no tiene una alternativa real al multilateralismo. ¿Se imagina usted un planeta sin la ONU y muchas otras organizaciones internacionales? El planeta sería un lugar mucho más anárquico, impredecible, peligroso e injusto. Desde luego hay mucho margen para mejorar su funcionamiento, pero eso no es motivo para restarle apoyo.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS

PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS

MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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