Se puede coincidir o no con las preferencias políticas del presidente López Obrador. El problema es cuando se resiste a reconocer violaciones a derechos humanos si provienen de sus aliados ideológicos Cuba, Venezuela o Nicaragua, pero es muy vocal en cambio para defender a sus amigos golpistas de Bolivia y Perú.
Y es un problema, porque a diferencia de lo sucedido con Evo Morales o Pedro Castillo que enfrentaron las consecuencias de sus conductas antidemocráticas, las dictaduras de Díaz Canel, Maduro y Ortega han costado vidas, sufrimiento y éxodo de sus pueblos. Ante ello, no vale aducir una falsa neutralidad y un hueco pacifismo que colocan al gobierno mexicano del lado incorrecto de la historia.
Nadie en el entorno presidencial ha osado contradecir las declaraciones del presidente. Los cuestionamientos han venido de las partes afectadas que han alzado la voz directamente o por medio de sus representantes, curiosamente, mujeres.
La entonces presidenta interina de Bolivia Jeanine Áñez acusó de injerencia al gobierno mexicano en favor del depuesto Evo Morales e incluso expulsó a nuestra embajadora.
El rechazo a la presidenta del Perú, Dina Boluarte, designada luego del intento de autogolpe de Castillo, fue pretexto para que México no entregara la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico y para que López Obrador intentara desairar por segunda ocasión una reunión convocada por su homólogo norteamericano Joe Biden.
La tibieza del mandatario mexicano frente a la invasión rusa a Ucrania en febrero del 2022, provocó el extrañamiento de la embajadora ucraniana en nuestro país. Luego vino el reclamo cuando un contingente ruso desfiló en la celebración de Independencia el 16 de septiembre pasado.
El más reciente episodio se dio esta semana con la protesta de la embajadora de Israel frente a la ambigüedad del mismo López Obrador, luego de los violentos ataques perpetrados por el grupo terrorista Hamas.
Además de los costos humanos, este último caso implica directamente la relación de México con Estados Unidos. Por un lado, el ex canciller Jorge Castañeda ha recordado el bochornoso episodio de Luis Echeverría contra Israel que ocasionó un boicot turístico de la comunidad judía norteamericana, con su gran poder económico y político.
Por el otro, si bien los ataques de Hamas no ocurrieron en suelo de Estados Unidos, hay ciudadanos norteamericanos muertos y secuestrados, lo cual involucra a las fuerzas estadounidenses mas allá del inequívoco respaldo a Israel.
En este escenario, el hueco pacifismo del gobierno de López Obrador recuerda más a la “indiferencia” mostrada por Vicente Fox tras los atentados terroristas en Nueva York y que, según el ex embajador Jeffrey Davidow, dañó irremediablemente la relación bilateral.
Así, sumando agravios, AMLO estaría cometiendo el mismo error de Echeverría respecto de Israel. Y, parafraseando a Davidow, podría estar repitiendo el de Fox con relación a Estados Unidos. Todo en aras de una falsa -y costosa- neutralidad.
POR VERÓNICA ORTIZ
COLABORADORA
@veronicaortizo
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