COLUMNA INVITADA

El mejor justiciero se conoce a sí mismo. Se sirve de los contrarios

Vivir escuchando halagos, aplausos e, incluso, lisonjas genera una situación de riesgo: perder la realidad

OPINIÓN

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Enrique Quiroz Acosta / Colaborador / Opinión El Heraldo de México/Créditos: Especial

Los seres humanos obedecemos a nuestra propia naturaleza, y en esta, vivimos entre afines y rivales. Lo importante está en saber valorar sus juicios acerca de nosotros, y en el tramo de la justicia, aprovechar tanto a unos como a otros.

Vivir únicamente escuchando halagos, aplausos e, incluso, lisonjas genera una situación de riesgo: perder la realidad y la objetividad.

Lo anterior se conoce desde la antigüedad, y así, se han ido construyendo los sistemas políticos, bajo la base de la existencia de adversarios y la necesidad de establecer equilibrios, no para que no existan confrontaciones; muy difícilmente dejarían de existir, sino para que se puedan resolver en favor de la sociedad, evitando los extremos en el poder.

La actual división de poderes, prácticamente es innegable en el mundo occidental desde hace varios siglos, desde un punto de vista ideal. 

Lo más complicado es la propia condición del ser humano, cuando se está en la tribuna difícilmente se aprovecha racionalmente a los adversarios. Incluso, tratándose de asuntos privados o públicos. 

Existe una lectura fabulosa de Plutarco (50-id, h 120), quien desde la antigua Grecia nos explica, precisamente, la necesidad de actuar con ubicuidad y entendimiento respecto de aquel que nos confronta.

En efecto, al aludir a la enemistad, nuestro autor enseña “cómo sacar provecho de los enemigos”. Nos explica: “por eso el que se ve que su enemigo es un rival de su vida y su fama pone más atención en sí mismo, examina con cuidado sus acciones y ordena su vida”.

Dentro de las grandes enseñanzas de este personaje, nos queda claro que los seres humanos, al cuidarnos de aquellos que nos enfrentan, estamos en la posibilidad real y efectiva de corregir nuestros defectos y poder actuar con mayor certeza, pero también con mayor nobleza, moderación, sinceridad y trato justiciero.

No en vano cita el autor de “Vidas Paralelas”: Antístenes dijo muy bien que los que quieren salvarse necesitan amigos auténticos o enemigos ardientes. Pues unos amonestan a los que se equivocan, y los otros, al censurarlos, los alejan del error.

Debemos vernos a nosotros mismos “…pero la mayoría que son injuriados no miran que si lo que dicen les es aplicable, sino qué otra cosa es aplicable al que injuria, y, como luchadores que no se limpian el polvo, así ellos no se limpian los ultrajes, sino que salpican unos a otros, y como consecuencia, se manchan y ensucian unos a otros, al caer”. 

En muchas ocasiones es la ira y la pasión las que conducen nuestros actos, aún más en el poder, que es una de las pasiones más elevadas; por ello, es muy importante que en todo régimen democrático se valore la conciliación, la confrontación de las ideas y, empezar todo ello, analizando nuestro propio ser, nuestra propia conducta para mejorar.

La existencia de un Poder Legislativo plural tiene su gracia y no debemos despreciarla. Siguiendo a Plutarco, es muy importante entender que no solamente es una gracia “divina” la virtud, y que, no solamente nos enaltece frente a nosotros mismos y frente a los nuestros, sino que también es una necesidad del Estado para que se dé el buen gobierno.

Difícilmente el ser humano va a cambiar en cuanto posiciones y debilidades de envidia, de celo o, incluso, de cuestiones alejadas del honor o hasta cercanas a la soberbia, pero lo que sí se puede es tratar de equilibrar nuestra actitud cuando se tiene una responsabilidad que pudiere implicar la atención a la comunidad.

Todavía es más importante esta situación, el de saber escuchar y saber voltearse a ver uno mismo, cuando se trata de grandes responsabilidades, ya sea en parlamentos, ya sea como juzgador, y, en general, cuando se trata de acciones de Estado.

Todos podemos criticar y ser criticados, lo más difícil es lo más importante: actuar con sensatez, prudencia, objetividad y sentido común. A veces es el menos común de los sentidos, sí, pero tal vez a veces también el más necesario. 

Las enseñanzas de Plutarco hoy pudieran servir a parlamentarios, pero también a actores del Medio Oriente: palestinos y judíos, por ejemplo. Sería benéfico para la humanidad.

POR ENRIQUE QUIROZ
ABOGADO Y COLABORADOR

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