COLUMNA INVITADA

El imperio británico y la sangre de su riqueza: una lección histórica para occidente

Especialistas han coincidido en que el período conocido como el apogeo del poder imperial de Gran Bretaña, fue particularmente devastador para la India

OPINIÓN

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Luis Miguel Martínez Anzures / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En fechas recientes el antropólogo económico Jason Hickel y su coautor Dylan Sullivan publicaron un artículo en la respetada revista académica World Development titulado: “Capitalismo y pobreza extrema: un análisis global de salarios reales, altura humana y mortalidad desde el largo siglo XVI”

La publicación mensual como se sabe es una reconocida revista internacional multidisciplinaria, dedicada al estudio y la promoción del desarrollo mundial de carácter multidisciplinario de estudios sobre el desarrollo en la humanidad en diferentes etapas de la historia. Su rigurosidad científica está avalada en sus estrictos filtros de curación de contenidos. Su objetivo es explorar formas de mejorar el nivel de vida, y la condición humana en general, examinando las posibles soluciones a problemas como: la pobreza, el desempleo, la desnutrición, las enfermedades, la falta de vivienda. Por todo ello, su consulta se hace más que provechosa y benéfica para el análisis y la discusión científica del diseño de las políticas públicas en el mundo.  

En el informe referido, los académicos estimaron que India sufrió 165 millones de muertes adicionales a las registradas de manera oficial, debido al colonialismo británico entre 1880 y 1920.

“Esta cifra es mayor que el número combinado de muertes de ambas guerras mundiales, incluido el holocausto nazi. La esperanza de vida india no alcanzó el nivel de la Inglaterra moderna temprana (35,8 años) hasta 1950, después de la descolonización”.

Estos autores tomaron como base de sus nuevas aportaciones un estudio previo efectuado por el historiador económico, Robert C. Allen, en donde destacaba que la pobreza extrema en la India aumentó bajo el dominio británico, del 23 por ciento en 1810, a más del 50 por ciento a mediados del siglo XX. Lo anterior quedaba demostrado tomando como base que los salarios reales, habían disminuido durante el período colonial británico, alcanzando un nadir en el siglo XX, mientras que las hambrunas se hicieron más frecuentes y mortales. El experto concluyó en que lejos de beneficiar al pueblo indio, el colonialismo fue una tragedia humana con pocos paralelos en la historia registrada.

Así mismo, especialistas han coincidido en que el período de 1880 a 1920, conocido como el apogeo del poder imperial de Gran Bretaña, fue particularmente devastador para la India. Los censos de población llevados a cabo por el régimen colonial, a partir de la década de 1880, demuestran que la tasa de mortalidad en esta etapa histórica aumentó considerablemente durante aquel período, de 37,2 muertes por cada mil personas en la década de 1880 a 44,2 en la década de 1910. Todo lo anterior, se evidenció con mayor claridad debido a que la esperanza de vida disminuyó de 26,7 años a 21,9 años. 

Ahora bien, esta periodicidad es propuesta por los expertos, ya que es la época, a partir de la cual, el imperio británico empezó a registrar los cambios poblacionales en la sociedad de la India, lo que facilita un control mucho más cercano a la realidad que se experimentó en aquellos años y por supuesto, a los efectos que el colonialismo en tierras asiáticas ocasionó. 

El detalle con estas cifras es que, si se tomará como base principal la mortalidad «normal» de un individuo por aquellas fechas, se podría apreciar que unos 50 millones de muertes adicionales ocurrieron bajo la protección del colonialismo británico durante el período de 1891 a 1920.

Por ello, 50 millones de muertes pudiera ser una estimación conservadora. Ya que, si se considera que, los datos sobre salarios reales indican que para 1880, los niveles de vida en la India colonial, ya habían disminuido dramáticamente desde sus estándares anteriores la cifra (de la cuál no existe un registro pormenorizado, pudiera dispararse). 

Al respecto, Allen y otros académicos argumentan que antes del colonialismo, los niveles de vida indios pueden haber estado “a la par con las partes en desarrollo de Europa occidental”. El problema, es que no se conoce con certeza, cuál era la tasa de mortalidad precolonial de la India, pero, si se asume que era similar a la de Inglaterra en los siglos XVI y XVII (27,18 muertes por cada mil personas), la evidencia indicaría que 165 millones de muertes adicionales ocurrieron en el país asiático durante el período de 1881 a 1920.

Esta es una de las mayores crisis de genocidio inducido por políticas en la historia de la humanidad y debería ser motivo de estudios y muchos análisis en la esfera económica; ya que las diferencias de este fenómeno serían mayores que el número combinado de muertes que ocurrieron durante todas las hambrunas en: la Unión Soviética, la China maoísta, Corea del Norte, la Camboya de Pol Pot y la Etiopía de Mengistu.

Esta cifra por supuesto, de acuerdo con el estudio referido, no tomaría en consideración a las ocurridas durante el siglo XX, las cuales prosiguieron con una sistematización y empobrecimiento de las condiciones de desarrollo humano en el país asiático, como la notoria hambruna de Bengala ocurrida en 1943, en donde se estima que 3 millones de indios murieron de hambre, mientras que el gobierno británico exportó alimentos y prohibió las importaciones de granos; es decir controló el flujo de alimentos hacia ese país y por supuesto, el control de precios de aquellos insumos en Europa central.  

La historia así como el análisis de las diferentes políticas públicas y visiones de Estado en el pasado demuestran con notable evidencia científica que la versión eurocentrista que se ha tratado de establecer por generaciones en occidente y con el impulso de la globalización, hacia todo el mundo, no es más que una versión de los colonizadores, aquellas naciones que, a partir de pequeños avances científicos y tecnológicos explotaron y saquearon las riquezas de otras civilizaciones con el objetivo de tratar de alargar su condición de privilegios y actividades estratégicas. El Reino Unido y en especial Inglaterra, es un claro ejemplo de que la viabilidad del Estado de bienestar de varias potencias en el viejo continente jamás habría podido haberse consolidado, si no fuera por medio de medios coercitivos y colonizantes. 

La gran lección que el estudio de las etapas en el progreso de la humanidad arroja, es que aun cuando muchas épocas parecieran repetirse, las condiciones societales en el mundo del siglo XXI, son profundamente distintas, por lo que si occidente sigue pensando que el neocolonialismo nunca habrá de acabarse, bien convendría que echará un vistazo hacia África, India o América Latina, regiones que en los últimos años, han presentado cambios importantes en la manera de relacionarse con las potencias hegemónicas de Europa y América del norte.

POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES 

PRESIDENTE DEL INAP

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