ANALISIS

Benedicto XVI: un hombre por descubrir

Las palabras de Francisco no podían ser más claras: gratitud por el testimonio y de vida y por el servicio prestado en momentos dramáticos de la vida de la Iglesia católica.

OPINIÓN

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Rodrigo Guerra López / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El 5 de enero se celebraron los funerales de Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro en Roma. El Papa Francisco, siguiendo las indicaciones de su predecesor, presidió una misa solemne pero sencilla. La homilía se centra en las características del “buen Pastor” que ha sido el papa alemán. Con gran fuerza Francisco afirma: “Es el Pueblo fiel de Dios que, reunido, acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor. Como las mujeres del Evangelio en el sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo esparcir a lo largo de los años”.

Las palabras de Francisco no podían ser más claras: gratitud por el testimonio y de vida y por el servicio prestado en momentos dramáticos de la vida de la Iglesia católica. Benedicto XVI fue indiscutiblemente un gran teólogo y un pastor que supo renunciar en el momento en que consideró se requería de un nuevo timonel. Una gran cantidad de cuestiones que a nivel reflexivo sembró a través de los años, han sido la agenda que el propio Francisco ha implementado. Más aún, en términos prácticos, al papa Ratzinger le tocó abrir brecha en asuntos particularmente delicados: simplemente menciono que cuando muy pocos osaban afrontar con seriedad los crímenes de Marcial Maciel LC, Joseph Ratzinger abrió la investigación en su contra, iniciándose un nuevo momento de esclarecimiento de terribles abusos al interior de la Iglesia.

Sería difícil intentar compendiar todo su inmenso patrimonio teológico. Más complejo sería evidenciar con rigor el legado que deja a Francisco y al futuro. Muchas simplificaciones se han realizado de su pensamiento, buscando jalonearlo hacia un lado o hacia otro. El que aquí escribe, desea dejar constancia de un texto, poco conocido, que resulta sumamente esclarecedor del perfil de este papa providencial, que aún es un tesoro por descubrir:

“Un hombre sigue siendo cristiano mientras se preocupe por la adhesión central, mientras intente dar el «sí» fundamental de la confianza, aun cuando no pueda poner en su sitio o resolver muchos detalles concretos. Habrá instantes en la vida en que la múltiple oscuridad de la fe se resuma realmente en el sencillo «sí»: creo en ti, Jesús de Nazaret; confío en que en ti se ha manifestado el sentido divino a partir del cual vivir seguro y confiado, paciente y animoso. Mientras se dé esto, el hombre permanece en la fe aun cuando muchas de las afirmaciones concretas de esta fe sigan siendo oscuras e inaceptables por el momento. Porque, en su núcleo, repitámoslo una vez más, la fe no es un sistema de verdades, sino una entrega. La fe cristiana es encontrar un tú que me sostiene y que en la imposibilidad de realizar un movimiento humano da la promesa de un amor indestructible que no sólo solicita la eternidad, sino que la otorga” [Josef Ratzinger, Fe y futuro, DDB, Bilbao 2008, p.p. 31-32.].

En efecto, si el cristianismo no es afirmación paciente y misericordiosa, deriva en intolerancia sectaria, fuera del ámbito de la verdadera fe.

POR RODRIGO GUERRA LÓPEZ

SECRETARIO DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA

E-MAIL: RODRIGOGUERRA@MAC.COM

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