PORTAZO

Los puntos y las íes

Hasta hace 30 meses Ovidio Guzmán no tenía en México órdenes de aprehensión. Es decir, en el Culiacanazo de 2019, era un ciudadano más

OPINIÓN

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Rafael Cardona / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Obviamente no es para tanto, pero poco les faltó a los jilgueros, para enviar un telegrama (en los tiempos actuales sería un tuit), en el cual don Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional le dijera a su comandante supremo, “las armas nacionales se han cubierto de gloria”.

Y como diría el señor Presidente: serénense

Las Fuerzas Armadas hicieron, según dicho del propio secretario militar, un trabajo de inteligencia de seis meses. Excelente.

Seis meses cuyo inicio debió haber sido inmediatamente posterior al vergonzoso primer “Culiacanazo”, en octubre de 2019, tras de lo cual el clarín de la retirada tras la liberación del aprehendido, seguía resonando con tonos de frustración en los oídos de tantos militares comprometidos con su responsabilidad.

Pero en aquella liberación incomprensible (hasta la fecha), ellos sólo acataron las órdenes del comandante supremo.

Sin embargo, los fenómenos políticos (y este es uno de ellos), se comprenden mejor si se analiza su origen.

En ese sentido, podemos decir sin riesgo de error: este personaje, cuya captura se volvió una obsesión para la DEA y después para los Departamentos de Estado y Justicia de Estados Unidos, fue inicialmente perseguido y capturado, para satisfacer una solicitud de extradición de aquel país, sin causa penal mexicana para justificarlo.

Hasta hace 30 meses, aproximadamente, Ovidio Guzmán no tenía en México órdenes de aprehensión. Es decir, en el Culiacanazo de 2019, era un ciudadano más. Ahora ya se le han fincando algunas responsabilidades menores, si se consideran las explosiones sociales posteriores a sus capturas: delitos contra la salud (bastante tibio); portación de arma de uso exclusivo del Ejército (desde una .45 hasta un tanque) y asociación delictuosa, más “lo que resulte”. Esto es lo más grave para él, porque en esa categoría incierta, cabe todo cuanto a la Fiscalía se le ocurra para prolongar su permanencia en la prisión.  

A fin de cuentas, Estados Unidos ya tienen la ubicación de sus demás actividades y tarde o temprano podrán extraerle la información necesaria para ellos. Para eso lo quieren extraditar.

Por ahora lo consideran —junto con sus hermanos Alfredo, Joaquín e Iván—  productor peligroso de metanfetaminas (incluido el pavoroso Fentanilo) en 11 laboratorios sinaloenses con capacidad de exportación de dos mil toneladas mensuales, aproximadamente.

Extraoficialmente, a este cártel se le atribuye el control de cinco mil personas, entre trabajadores de los laboratorios, halcones, punteros, distribuidores, guardias, sicarios y escoltas, pero por ver al más notorio de los hermanos, se ha dejado de lado la necesidad de capturar también al resto de la familia, donde se ubica al cerebro de todos ellos: Iván Archivaldo.

No lo olvidemos, la oferta de cinco millones de dólares, hecha por Estados Unidos, no señalaba nada más a Ovidio. Los reclamaba a todos. En este sentido, hay quienes le adjudican a Ovidio (El Ratón), un papel secundario en la conducción del corporativo Guzmán López.

Así pues, considerando la relativa utilidad de capturar a un capo (o vicecapo) rápidamente reemplazable, es posible avizorar tiempos violentos para Sinaloa y por extensión para México. La recomposición, los ajustes de cuentas, la persecución interna de quienes pudieron haber colaborado con la inteligencia militar; la venganza y la revancha, no se harán esperar.

Y por otra parte, los demás hermanos redoblarán su violencia para protegerse de futuras incursiones militares.

Por fortuna es previsible una batida permanente contra el cártel, tan permanente como infructuosa, porque llevamos 50 años persiguiendo gomeros y similares y las cosas no se resuelven.

Por otra parte, resulta inevitable la apariencia de un servicio al huésped, porque en la política no existen las casualidades. Y menos de este tamaño.

Este gesto es un indicio de la reorientación de la política de seguridad y también de su acercamiento a las necesidades y estrategia continental de Estados Unidos.

No es un regalo de reyes para Joe Biden, pero cómo se le parece…

Esto no se acaba aquí.

POR RAFAEL CARDONA

COLABORADOR

@CARDONARAFAEL

MAAZ